Capítulo 1859
—¡Ya que han llegado, todos se quedarán aquí!

—Simón, recuérdalo bien, algún día te haré pagar este momento diez veces más caro.

Dicho esto, el hombre de la capa negra saltó de la serpiente gigantesca, y como si esta entendiera la orden, entró en un frenesí de rabia. Abrió sus fauces enormes y se lanzó directo hacia Simón.

—¡Grrraa!

Simón blandió su espada relámpago, que desprendía una luz blanca mezclada con relámpagos azulados. En un destello, lanzó un golpe hacia la serpiente.

—¡Boom!

El ataque chocó contra el cuerpo de la serpiente y explotó al instante. La criatura se disolvió en una nube de energía oscura, y el estallido de su fuerza generó una ráfaga violenta. Cuando el humo negro se disipó, Simón notó con furia que ni el hombre de la capa ni Amaro estaban allí.

—¡Maldita sea, los condenados lograron escaparse!

Simón maldijo entre dientes, y Salomón, agradecido, comentó: —Señor Simón, no sé cómo agradecerle. Si no fuera por usted, Constanza y yo habríamos perecido aquí. A partir
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