Virginia retrocedió vivamente, pero una mano furiosa de Jason se cerró sobre sus cabellos y la arrastró escaleras arriba, de regreso a su habitación. El suelo estaba lleno de restos de comida y la señora del servicio desapareció en cuanto el hombre le dio dos gritos para que se largara.
—¡Ya me hartaste, mosquita muerta! –siseó apretando el rostro de Virginia entre sus manos hasta hacerla gritar.
—¡Suéltame imbécil! ¿O quieres que todo el mundo se entere de tus cochinadas?
—¡Pues a la mierda! ¡Que se enteren! —gritó Jason fuera de sí mientras la abofeteaba—. ¡Vuelve a amenazarme, maldita hija de put@ y te juro que te mato yo mismo!
—¡Suéltame! ¡Me das asco! —gritó Virginia sintiendo cómo el cuerpo del hombre la aprisionaba contrala pared.
—¿En
Virginia se dio la vuelta y se miró al espejo.—Nunca has sido una cobarde —se dijo—. ¡Levántate!Y como si acabara de pronunciar una frase mágica, aquello le dio fuerzas para levantarse y empezar a hacer lo que Mireya le había dicho. Jamás se le había ocurrido que la mujer quisiera ayudarla, y muy en su interior todavía sentía recelos, pero no tenía precisamente tiempo para pensar en sus intenciones.Se conformaba con escapar de la casa. Luego vería cómo se las arreglaba. No sería la primera vez que no tendría un techo sobre su cabeza o un lugar a dónde ir.Echó en un bolso ropa casual y sencilla, jeans, camisetas de mangas y un par de zapatos cómodos. Se puso un pantalón de algodón, tenis deportivos y un suéter largo. Guardó todo lo esencial y sacó una foto de su madre del álbum
Virginia miró a Connor a los ojos por un segundo con el corazón estrujado.—¿Qué sentido tiene que hable contigo si no vas a escucharme? —preguntó mientras los ojos se le llenaban de lágrimas—. Vas a oírme, pero no me vas a escuchar.—Tú sola te buscaste eso Baby.—¡Virginia! Mi nombre es Virginia. ¡Virginia Lynn Vanderville! Y no me lo busqué —replicó ella—. Créeme que me he buscado menos desgracias de las que me han pasado en la vida y aún así no voy haciendo drama.Connor la miró con ojos encendidos.—¿Drama? —gruñó—. ¿Crees que estoy haciendo un berrinche? ¡Perdona, no sabía que la traición contaba como algo irrelevante!—¡Yo no te traicioné…! —se defendió Virginia.—&iexc
Salió de allí tambaleándose. El corredor parecía estrecharse poco a poco a su alrededor. Las náuseas le movían el suelo pero algo en su interior era más fuerte y le decía que no podía desmayarse. Apretó el botón de estacionamiento en el panel del ascensor y se hizo un pequeño ovillo en un rincón hasta que lo sintió detenerse.Salió a la semipenunbra del estacionamiento y miró a todos lados, sin ver el auto de Mireya. La verdad era que no sabía cuánto tiempo había pasado en el departamento de Connor, pero jamás en toda su vida se había sentido más desamparada.Cerró los ojos por un segundo, apoyando la cabeza contra la pared, pero volvió a abrirlos cuando escuchó un coche deteniéndose junto a ella.—Vamos, niña. Hora de irnos —la apremió la mujer y Virginia s
Tras días. Tres días le tomó a Connor dejar de torturarse por aquel encuentro con Virginia. Se había permitido ahogarse en un pozo de whisky y remordimiento porque no había una sola de sus palabras que no le repicara en la cabeza, especialmente aquellas donde lo acusaba de poner primero su reputación antes que sus sentimientos por ella.Connor quería creer que no era verdad. Quería creer que estaba en su derecho de sentirse traicionado y herido porque ella lo había engañado, pero por desgracia, en los momentos justos en que el whisky pasaba, la resaca le traía una verdad que no podía evitar:Sí, estaba priorizando salvar su reputación que ayudarla a ella. Estaba poniendo su nombre por encima de todo, siempre lo había hecho… a excepción de ella, y de alguna forma estaba usando su engaño para volver a ser el hombre que había sido antes de c
…Baby murió hace tres días……Baby murió hace tres días……Baby murió hace tres días……Baby murió hace tres días……Baby murió hace tres días……Baby murió hace tres días……Baby murió hace tres días…Connor pestañeó tan despacio que parecía drogado. Se tambaleó contra el cristal del ventanal de su oficina y Jacob corrió hacia él.—No… —murmuró desprendiéndose de las manos que pretendían ayudarlo y tambaleándose hasta el otro lado de la oficina—. No… no es cierto… Jake… no…—Connor, lo siento. De verdad pensé que ya lo sabías…—No… no es verdad, no&hell
El cerrojo de la puerta principal se descorrió a las nueve de la noche de un día… cualquier día… igual Connor no tenía idea de cuánto tiempo había pasado o de qué fecha era. Su celular se había descargado completamente hacía semanas, y las cortinas echadas del departamento ni siquiera le permitían saber si era de día o de noche. solo sabía que el otoño ya estaba muy avanzado, porque el frío se sentía hasta los huesos.No recordaba la última vez que alguien había ido a su departamento a limpiar o... a cualquier cosa. Ni siquiera se molestó en moverse del sofá, tampoco recordó la última vez que se había levantado de allí. Frente a sus ojos pasaba un programa tras otro de Amazon Prime pero él no los veía. Simplemente existía… el mundo giraba… el tiempo pasaba
Connor se miró al espejo. Tenía las cuencas de los ojos hundidas, el cabello un poco largo y la barba descuidada. Aún así decidió no afeitarse, solo la recortó lo suficiente para no parecer un indigente. Se vistió con ropa informal y salió del edificio, metiéndose en la locura del tráfico matutino. Miró aquel pequeño papel donde Jacob le había escrito la dirección del cementerio donde estaba enterrada Baby, y respiró hondo porque fuerza no era precisamente algo que le sobrara en ese momento. Llegó al Forest Lawn Memorial Park y paso a paso, con la sombra de la culpa flotando sobre él, buscó la tumba de Baby. Era la primera vez que la visitaba, no se había atrevido hasta ese momento. El frío era horrible y la llovizna caía sobre ella, haciendo apenas distinguible la lápida, blanca y pesada. Y el simple hecho de leer la inscripción le revolvió el estómago. «Virginia Lynn Vanderville. Amada hija y hermana». Aquello le encendió la sangre a Connor. Ninguno de ellos la había amado en abs
Jackson Argent era un hombre que no aparentaba la edad que tenía. No pasaba de los treinta años, pero su profesión como corresponsal de guerra primero y como periodista investigativo después, lo había hecho ver más horrores en los últimos diez años, de los que mucha gente veía en toda su vida.Por eso cuando Connor Sheffield se había aparecido en su puerta, cargando el legajo con los archivos originales contra INVEXA, no había dudado ni un solo segundo en dejarlo pasar. Las siguientes semanas habían sido brutales. Apenas dormían, comían apurados e investigaban tanto y tan profundo como podían pero a cada paso parecía que todo se enredaba más.Connor vivía de sus inversiones en las compañías que una vez había representado, y Jacob le enviaba también su parte de las regalías por la sociedad con el nuevo despacho