…Baby murió hace tres días…
…Baby murió hace tres días…
…Baby murió hace tres días…
…Baby murió hace tres días…
…Baby murió hace tres días…
…Baby murió hace tres días…
…Baby murió hace tres días…
Connor pestañeó tan despacio que parecía drogado. Se tambaleó contra el cristal del ventanal de su oficina y Jacob corrió hacia él.
—No… —murmuró desprendiéndose de las manos que pretendían ayudarlo y tambaleándose hasta el otro lado de la oficina—. No… no es cierto… Jake… no…
—Connor, lo siento. De verdad pensé que ya lo sabías…
—No… no es verdad, no&hell
El cerrojo de la puerta principal se descorrió a las nueve de la noche de un día… cualquier día… igual Connor no tenía idea de cuánto tiempo había pasado o de qué fecha era. Su celular se había descargado completamente hacía semanas, y las cortinas echadas del departamento ni siquiera le permitían saber si era de día o de noche. solo sabía que el otoño ya estaba muy avanzado, porque el frío se sentía hasta los huesos.No recordaba la última vez que alguien había ido a su departamento a limpiar o... a cualquier cosa. Ni siquiera se molestó en moverse del sofá, tampoco recordó la última vez que se había levantado de allí. Frente a sus ojos pasaba un programa tras otro de Amazon Prime pero él no los veía. Simplemente existía… el mundo giraba… el tiempo pasaba
Connor se miró al espejo. Tenía las cuencas de los ojos hundidas, el cabello un poco largo y la barba descuidada. Aún así decidió no afeitarse, solo la recortó lo suficiente para no parecer un indigente. Se vistió con ropa informal y salió del edificio, metiéndose en la locura del tráfico matutino. Miró aquel pequeño papel donde Jacob le había escrito la dirección del cementerio donde estaba enterrada Baby, y respiró hondo porque fuerza no era precisamente algo que le sobrara en ese momento. Llegó al Forest Lawn Memorial Park y paso a paso, con la sombra de la culpa flotando sobre él, buscó la tumba de Baby. Era la primera vez que la visitaba, no se había atrevido hasta ese momento. El frío era horrible y la llovizna caía sobre ella, haciendo apenas distinguible la lápida, blanca y pesada. Y el simple hecho de leer la inscripción le revolvió el estómago. «Virginia Lynn Vanderville. Amada hija y hermana». Aquello le encendió la sangre a Connor. Ninguno de ellos la había amado en abs
Jackson Argent era un hombre que no aparentaba la edad que tenía. No pasaba de los treinta años, pero su profesión como corresponsal de guerra primero y como periodista investigativo después, lo había hecho ver más horrores en los últimos diez años, de los que mucha gente veía en toda su vida.Por eso cuando Connor Sheffield se había aparecido en su puerta, cargando el legajo con los archivos originales contra INVEXA, no había dudado ni un solo segundo en dejarlo pasar. Las siguientes semanas habían sido brutales. Apenas dormían, comían apurados e investigaban tanto y tan profundo como podían pero a cada paso parecía que todo se enredaba más.Connor vivía de sus inversiones en las compañías que una vez había representado, y Jacob le enviaba también su parte de las regalías por la sociedad con el nuevo despacho
Connor golpeaba una y otra vez el saco de boxeo; con la velocidad de un profesional, la fuerza de un hombre determinado y la violencia de un asesino común. Era una combinación extraña, pero desde que lo habían dejado tirado medio muerto en el suelo de su departamento, había entendido que aquella sería una batalla en todos los sentidos.Había estado tan desesperado por demostrar la verdad, que no se había percatado de que debía estar vivo para llevarla hasta sus últimas consecuencias cuando la hallara.Por suerte Jackson lo había encontrado y su médico personal, Alan, lo había compuesto lo mejor que podía. Cuatro costillas fracturadas, un hombro dislocado y contusiones como para hacer una exposición. Pero había aprendido la lección.El departamento tenía un nuevo sistema de seguridad, había dejado el alcohol tanto como la culpa se l
Connor sentía que el corazón le iba a estallar. Apartaba a la gente como podía sin dejar de gritarle, hasta que fue capaz de alcanzar su brazo y hacer que aquella mujer se girara.—¡Baby…!La muchacha se bajó los lentes oscuros, dejando ver unos ojos negros que eran dos pozos sin fondo y lo miró de arriba abajo sin permitir que ni una sola emoción alterara su rostro.—Disculpe, pero ese apelativo cariñoso lo reservo solo para mi marido… y usted no se parece en nada a él.Connor se quedó atónito mirándola.—¡Virginia…! —sentía el corazón en la garganta. Las manos le temblaban, tenía los ojos cristalizados y una angustia que apenas lo dejaba hablar—. ¡Virginia…!Intentó llegar a ella y abrazarla pero la muchacha puso las dos manos abiertas frente a él,
Era hermosa. No había otra palabra en la mente de Connor Sheffield que no fuera aquella. Era una mujer hermosa y por más que le repitieran que no era Baby, algo dentro de él no lograba dejar de ver el diabólico parecido con ella. Probablemente lo mejor para él fuera alejarse, tomar los documentos y largarse de vuelta a América, pero simplemente no podía. No podía hacer oídos sordos a esa voz ni ojos ciegos a cada rasgo reconocible en el rostro de Malía Gaitán. Fue completamente capaz de dormir esa noche, repitiéndose cada una de las diferencias que había entre ellas, especialmente en el aspecto físico. Baby solía ser una chica delicada, con curvas lindas pero ligeras, mientras que Malía Gaitán era una mujer entera, definida, voluptuosa. Connor apenas fue capaz de dormir esa noche, y al día siguiente llegó al museo mucho antes de las diez de la mañana, pero no consiguió verla. Recibió los documentos de parte de Talía, y realmente no se atrevió a preguntarle po
Connor la bajó despacio, con las manos firmemente cerradas sobre sus caderas. La dejó en el suelo y se detuvo por un segundo a disfrutar la cercanía de su aliento. Era como estar intoxicado con opio o algo así.—¿Entonces qué va a ser? ¿Mala suerte o premeditación? —murmuró ella y Connor sintió que cada vello de su cuerpo se erizaba ante ese timbre de voz. Cerró los ojos, intentando imaginar un cabello claro y unos ojos azules y coquetos, pero sabía que cuando los abriera no sería eso lo que encontraría.—Creo que no puede llamarse mala suerte a nada que tenga que ver contigo.Se separó de ella con lentitud, resistiendo al deseo insoportable de besarla, de abrazarla, de caer de rodillas a sus pies pidiéndole que lo perdonara…—¿Y bien? ¿Señor Sheffield? —Ella interrumpió sus pensam
Era una completa locura, y Connor ni siquiera era capaz de empezar a enumerar las razones por las que meterse en la casa de Alejandro y Malía Gaitán estaba mal; pero aunque su cerebro era perfectamente capaz de hacer la lista, Connor no era capaz de detenerse.Había algo en él, una última mariposa en su estómago que se negaba a morir, una esperanza que se negaba a aceptar todas y cada una de las coincidencias que unían a Virginia Vanderville con Malía Gaitán.Siempre había sido un abogado respetable, pero en aquellos últimos meses de convivir con un periodista investigativo, Jackson se había ocupado de enseñarle algunos trucos nada respetables.Connor se echó abajo en su asiento mientras vigilaba la casa de los Gaitán, los había seguido desde el museo y ahora solo tenía que esperar a que se fueran a la exposición. Entonces tendría