Malía cerró los ojos, disfrutando aquella sensación de infinito placer que se extendía por su cuerpo. Le cosquilleaban las palmas de las manos y su vientre se contraía de forma involuntaria cada vez que sentía los dientes de Connor cerrarse sobre su piel. La fuerza con que sus manos se anclaban en sus caderas era absurdamente deliciosa, como si solo con ese gesto pudiera adueñarse de ella.
Metió las manos debajo de su playera, sintiendo el calor que se extendía por su espalda y no pudo evitar aquel gemido que salía de su boca. Lo deseaba, su cuerpo entero reaccionaba, temblaba o se estremecía con cada una de sus caricias. Perderse en sus labios era la sensación más embriagadora del mundo, y cuando la boca de Connor se escapó hacia su garganta, bajando hambrienta hacia su pecho, Malía sintió que las piernas le fallarían.
Connor parecía un hombre
14 meses antes…Si Virginia había creído alguna vez que Connor Sheffield podía ser diferente, que podía confiar en él como no había confiado en ningún otro hombre, aquella esperanza murió dolorosamente en el mismo momento en que se encontró bajando hasta el estacionamiento de Sheffield & Lieberman.Su cerebro estaba embotado, no sentía las palmas de las manos y las náuseas no se le quitaban. Decir que tenía los nervios a flor de piel era poco, más bien estaba a punto de enloquecer. Toda su vida se había sentido desamparada, pero en aquel instante sentía simplemente que no tenía salida.Si regresaba a su casa, tarde o temprano su padre o Jason acabarían matándola o peor, matando a su bebé. Estaba a punto de hacerse un ovillo en el suelo cuando las llantas de un coche frenaron abruptamente frente a ella y el
5 meses antes…Aquel bebé llegó en medio de una de las mejores noches de primavera, con luna brillante y tráfico despejado. Ser primeriza no ayudó en nada, pero tener a Alejandro a un lado y a Talía al otro sí. Y nueve horas de parto terminaron mágicamente con las primeras luces del día, cuando la doctora le puso en los brazos a su bebé.—¡Mali, es precioso! —dijo Talía mientras le daba un beso en la mejilla.—Es un varoncito… —murmuró ella sin poder creer que aquel pedacito hermoso de criatura fuera suyo. Y por más que se repitió que los bebés recién nacidos no se parecían a nadie, se le estrujó el corazón porque ella era capaz de ver todos y cada uno de los rasgos en que se parecía a su padre. —¿Ya pensaste en un nombre? —le preguntó
Era fácil odiarlo. Malía se había repetido aquello una y otra vez a lo largo de las semanas que siguieron. Se lo había repetido hasta convencerse, porque era más fácil odiar a Connor que reconocer que había logrado revivir todas las mariposas muertas de su estómago.La primera había echado a volar exactamente el mismo día en que lo había visto colarse por su balcón, cuando se había dado cuenta de que Connor llevaba un año entero culpándose por su supuesta muerte. Malía jamás lo había visto así, jamás había imaginado que el hombre que había elegido su reputación por encima de ella, se hubiera convertido de repente en aquel hombre que se desmoronaba ante el llanto de un niño.Esa noche no supo exactamente cómo, pero aquella sensación que le atenazaba el pecho se lo reveló: Connor estab
Malía no se movió, tenía que ser un sueño… tenía que ser un sueño pero aquella voz parecía demasiado real. Se dio la vuelta despacio, intentando mantener el equilibrio mientras sus ojos empañados por las lágrimas luchaban por adaptarse.—¿Baby…? —Aquella voz también estaba llena de tristeza, y entonces lo vio.Lo vio salir de aquel rincón oscuro detrás de los archivos, en el que no había reparado. Lo vio caminar hasta ella con el ceño fruncido, el paso vacilante y los ojos llenos de lágrimas.—Ba… —La bofetada que le surcó el rostro no lo dejó terminar de hablar. No sabía de dónde sacaba la fuerza, pero no le dolía tanto como todo lo que acababa de escuchar—. Baby…La segunda hizo un eco sordo en la oficina y llegó acompañada de un gru&ntil
No podía creerlo. Verla dormir, tenerla a su lado, saber que era ella, que estaba viva. Tener la certeza de que estaba bien, de que Sam había nacido… ¡Sam!A Connor se le encogió el corazón pensando en él. No había vivido nada del embarazo de Baby, ni una sola ecografía, ni su primer llanto en el mundo. Tenía tanto que recuperar y tan pocos méritos con qué hacerlo que por un segundo se sintió perdido.Quizás Baby realmente no lo perdonara nunca, pero eso no quería decir que dejaría de intentarlo ni por un solo segundo.Acarició su rostro mientras ella reaccionaba despacio. Se había hecho un ovillo sobre su regazo en aquella butaca y se había quedado dormida después de que le hiciera el amor.—Nena… tenemos que irnos.Baby se sentó, mirando alrededor hasta que encontró su ropa en el sue
Que le tirara todas las mantas a la cara no era nada. Solo eran mantas y en todo caso lo que había conseguido era provocarlo.—No me dolió —dijo Connor con una sonrisa de suficiencia que Baby le borraría en el próximo segundo.—Si no era para que te doliera, es para que te largues a dormir al sofá, porque si crees que de alguna manera se me va a olvidar que me tendiste una trampa…—¿Y qué querías que hiciera? —protestó Connor haciendo un puchero—. ¿Me lo ibas a decir alguna vez? ¡Sé sincera! ¡Jamás lo hubieras admitido!—¡Pues claro que no…! ¡Y antes de que digas una babosada, no lo hacía por lastimarte! —Baby levantó su índice acusador, pero luego respiró hondo y trató de darle a espalda.Connor llegó a ella en dos zancadas y la tomó
Baby miró a Sam casi con nostalgia, hacía dos días que Connor se lo había usurpado descaradamente. Lo bañaba, le daba de comer, jugaba con él y lo dormía. La justificación era que ella pudiera descansar, pero baby sabía que estaba tratando de recuperar todos esos meses en que no había estado con él.Al segundo día había ido a visitar a Talía. Seguía siendo difícil sobrepasar las defensas de su mejor amiga, pero eventualmente tendría que hacer las paces con las decisiones de su vida, y Connor no era alguien a quien simplemente pudiera echar a un lado.No estaba segura de que pudieran tener una relación como la que habían tenido hacía un año, pero era difícil no ceder al deseo cuando él se ponía en plan juguetón. Ya era un hecho aceptado que seguía teniendo sentimientos por él, pero la
Baby se quedó boquiabierta cuando Connor por fin le permitió abrir los ojos y ver la ciudad que estaban sobrevolando antes de aterrizar.—¡¿Venecia?! ¿Nos trajiste a Venecia? —preguntó asombrada y Connor asintió.—Ya no estoy dispuesto a perder más tiempo, Baby. Un año ya fue más que suficiente para nosotros —declaró con determinación—. Lo que debamos arreglar con Alejandro vamos a arreglarlo de una vez, y luego vamos a tomarnos unos días para estar juntos como familia… digo, si tú quieres.Baby sonrió despacio. Por supuesto que quería, y tampoco era como que pudiera hacerle dar la vuelta al vuelo.Tocar a la puerta de Alejandro Gaitán sería una de las mayores alegrías de Baby en esos días, y Connor se aguantó apropiadamente los celos cuando Alejandro dejó a un lado la