Que le tirara todas las mantas a la cara no era nada. Solo eran mantas y en todo caso lo que había conseguido era provocarlo.
—No me dolió —dijo Connor con una sonrisa de suficiencia que Baby le borraría en el próximo segundo.
—Si no era para que te doliera, es para que te largues a dormir al sofá, porque si crees que de alguna manera se me va a olvidar que me tendiste una trampa…
—¿Y qué querías que hiciera? —protestó Connor haciendo un puchero—. ¿Me lo ibas a decir alguna vez? ¡Sé sincera! ¡Jamás lo hubieras admitido!
—¡Pues claro que no…! ¡Y antes de que digas una babosada, no lo hacía por lastimarte! —Baby levantó su índice acusador, pero luego respiró hondo y trató de darle a espalda.
Connor llegó a ella en dos zancadas y la tomó
Baby miró a Sam casi con nostalgia, hacía dos días que Connor se lo había usurpado descaradamente. Lo bañaba, le daba de comer, jugaba con él y lo dormía. La justificación era que ella pudiera descansar, pero baby sabía que estaba tratando de recuperar todos esos meses en que no había estado con él.Al segundo día había ido a visitar a Talía. Seguía siendo difícil sobrepasar las defensas de su mejor amiga, pero eventualmente tendría que hacer las paces con las decisiones de su vida, y Connor no era alguien a quien simplemente pudiera echar a un lado.No estaba segura de que pudieran tener una relación como la que habían tenido hacía un año, pero era difícil no ceder al deseo cuando él se ponía en plan juguetón. Ya era un hecho aceptado que seguía teniendo sentimientos por él, pero la
Baby se quedó boquiabierta cuando Connor por fin le permitió abrir los ojos y ver la ciudad que estaban sobrevolando antes de aterrizar.—¡¿Venecia?! ¿Nos trajiste a Venecia? —preguntó asombrada y Connor asintió.—Ya no estoy dispuesto a perder más tiempo, Baby. Un año ya fue más que suficiente para nosotros —declaró con determinación—. Lo que debamos arreglar con Alejandro vamos a arreglarlo de una vez, y luego vamos a tomarnos unos días para estar juntos como familia… digo, si tú quieres.Baby sonrió despacio. Por supuesto que quería, y tampoco era como que pudiera hacerle dar la vuelta al vuelo.Tocar a la puerta de Alejandro Gaitán sería una de las mayores alegrías de Baby en esos días, y Connor se aguantó apropiadamente los celos cuando Alejandro dejó a un lado la
—No… —murmuró Baby golpeándolo en el hombro—. ¡No puedes hacerme esto! No tan pronto…Pero en su rostro Connor no pudo ver negación, sino miedo. Baby tenía miedo de aceptarlo y él había fundado cada uno de los cimientos para ese miedo.—No hay otro momento, nena —le dijo con suavidad—. Pueden pasar cinco, diez, quince años, y lo que te hice no se irá, Baby. No vas a olvidarlo nunca, porque no estuve cuando debí estar, porque te dejé sola. Y eso no desaparecerá. —Connor suspiró con tristeza—. Pero si de algo puedes estar segura es de que yo tampoco lo olvidaré. Pasé un infierno para regresar a ti, amor, y no quiero volver a perderte por nada del mundo.—Pero casarnos… Connor, es demasiado precipitado.—Lo sé. Pero yo lo quiero y tú lo quieres. Y solo uno de los
Regresar a Los Ángeles representaba un paso enorme para Baby, Connor lo sabía, así que todo aquel nerviosismo que no la dejaba casi respirar estaba permitido.—¡Hey! Yo puedo quitarte eso —sonrió Connor haciéndole un guiño coqueto y tomando su mano, y Baby tuvo que echarse a reír. Sugerirle tener sexo en medio de la cabina de primera clase era absolutamente impropio de un abogado como él.—Claro que sí, y saldremos en las noticias de la mañana —respondió dándole un beso que en lugar de calmarlo solo consiguió excitarlo más.—Creo que tú y yo tendremos un severo problema matrimonia —le avisó.—¿Sí? ¿Cómo será eso? —lo provocó ella metiendo una mano debajo de la manta de viaje y acariciando su entrepierna con un gesto posesivo que lo estremeció.<
—Ya no tienes remedio —se burló Jacob cuando lo visitó al día siguiente—. Te has vuelto un romántico empedernido.Connor sonrió mientras paseaba junto a él por el jardín con su hijo en los brazos.—¿Lo dices por la casa? No es nada del otro mundo, solo quería que Baby y Sam estuvieran cómodos —respondió Connor—. Luego ya no me pude contener y la llené de chucherías, lo reconozco.Jacob se rio sin poder disimular su alegría.—Todavía recuerdo el día que la conociste, estábamos en el Spectrum y dijiste que tus reglas eran simples: El trabajo es lo primero, el amor no existe, y mi único compromiso es con la justicia.Connor asintió pensativo al recordar aquello.—Parece que fue hace siglos. Supongo que todas esas reglas se fueron al demonio. El amor sí existe,
—De verdad que uno a veces se encuentra las coincidencias más extrañas en la vida.Aquella voz hizo que Baby se tensara, reuniera entereza y se girara con una sonrisa para darle la cara al Honorable Juez Ordaz.—¿Disculpe, Su Señoría?—¡Oh, no tienes que llamarme así! Estoy fuera de la corte…—No lo hago porque estemos o no en la corte, lo trato de «usted» porque no lo conozco, y tengo la costumbre de ser muy respetuosa con la gente que no conozco.A Ordaz se le borró la sonrisa en un solo segundo. Era una declaración bastante clara de que no se conocían ni tenían absolutamente nada que ver. Pero aquel hombre había vivido durante demasiados años siendo precavido, aprendiendo a tapar sus mentiras una a una; y no estaba dispuesto a correr ningún riesgo, especialmente cuando se trataba de su vida y su reputa
Connor parecía un toro de lidia en plena embestida. La desesperación de no encontrar a Baby había dado paso a la rabia, a la frustración y a la seguridad de que estaba en peligro. Su instinto se lo gritaba.Jackson se acercó rápidamente a ellos, dándose cuenta por sus caras de que algo sucedía y Jacob se lo explicó en dos palabras:—Baby desapareció.—¡Mierda! —gruñó el periodista—. Estaba aquí hace diez minutos, la vi hablando con Ordaz y luego contestó a su teléfono…—Quizás haya salido de la sala para hablar más tranquila… —murmuró Jake dirigiéndose a Connor. Era una posibilidad.—Hay seis malditas puertas en este salón, empiecen a buscar —ordenó Connor y él mismo se dirigió a una de ellas.Jackson y Jacob corrier
Fueron como palabras mágicas. A Jackson le habían bastado unos pocos segundos para reconocer posiblemente el número más importante en aquel teléfono. —OK, tenemos que salir de aquí, no podemos estar hablando sobre esto en un corredor —dijo Jacob y los empujó hacia el ascensor más cercano. Subieron hasta el despacho y Jackson se sentó en la computadora de la oficina de Connor para acceder a uno de los sitios seguros donde había almacenado información. —¿Recuerdan que hace meses, antes de que Connor se fuera a España, sacamos los registros telefónicos de los cónyuges de todas las víctimas de los accidentes? —les preguntó. —Sí —respondió Connor—. Tenían llamadas cada dos o tres días al mismo número desde unos tres meses antes de los accidentes. Y luego se detenían el día antes de que sucedieran. —¡Exacto! Pero eso no nos llevó a ningún lado… o mejor dicho, nos llevó a la sede de «Eliminación de Plagas Hermanos James. ¡Acabamos con todos tus bicho