Connor parecía un toro de lidia en plena embestida. La desesperación de no encontrar a Baby había dado paso a la rabia, a la frustración y a la seguridad de que estaba en peligro. Su instinto se lo gritaba.
Jackson se acercó rápidamente a ellos, dándose cuenta por sus caras de que algo sucedía y Jacob se lo explicó en dos palabras:
—Baby desapareció.
—¡Mierda! —gruñó el periodista—. Estaba aquí hace diez minutos, la vi hablando con Ordaz y luego contestó a su teléfono…
—Quizás haya salido de la sala para hablar más tranquila… —murmuró Jake dirigiéndose a Connor. Era una posibilidad.
—Hay seis malditas puertas en este salón, empiecen a buscar —ordenó Connor y él mismo se dirigió a una de ellas.
Jackson y Jacob corrier
Fueron como palabras mágicas. A Jackson le habían bastado unos pocos segundos para reconocer posiblemente el número más importante en aquel teléfono. —OK, tenemos que salir de aquí, no podemos estar hablando sobre esto en un corredor —dijo Jacob y los empujó hacia el ascensor más cercano. Subieron hasta el despacho y Jackson se sentó en la computadora de la oficina de Connor para acceder a uno de los sitios seguros donde había almacenado información. —¿Recuerdan que hace meses, antes de que Connor se fuera a España, sacamos los registros telefónicos de los cónyuges de todas las víctimas de los accidentes? —les preguntó. —Sí —respondió Connor—. Tenían llamadas cada dos o tres días al mismo número desde unos tres meses antes de los accidentes. Y luego se detenían el día antes de que sucedieran. —¡Exacto! Pero eso no nos llevó a ningún lado… o mejor dicho, nos llevó a la sede de «Eliminación de Plagas Hermanos James. ¡Acabamos con todos tus bicho
Connor le abrió la puerta de la limusina a Baby y la ayudó a subir y a acomodarse.—¿Al hospital o a la casa? —preguntó entre dientes porque necesitaba aguantarse el coraje de alguna forma.—A la casa. Vamos a casa.—¿Estás segura? —insistió.—Solo quiero irme… —murmuró ella—. Lamento si esto arruina tu noche pero no tengo fuerzas para seguir sonriéndole al colectivo de cretinos.Connor se aguantó la carcajada. Hacía más de un año habían tenido una discusión seria por otros cretinos muy parecidos. Tomó su mano y le besó la palma con reverencia.—Yo tampoco. La verdad es que también quiero irme a casa ya, extraño a Sam… así que gracias por darme una excusa.Baby puso los ojos en blanco, sabía que solo lo decía por com
A Connor realmente no le importaba que no pudieran usar aquella evidencia en la corte, era más que suficiente para que un fiscal de distrito supiera lo que se iba a encontrar si llegaba a solicitar una orden por los estados bancarios de Jason Miller. Tomaron fotos de todos los expedientes que parecían tener alguna relevancia y salieron de allí, fijándose en que hubieran dejado todo exactamente como lo habían encontrado.Baby se quedó asombrada cuando los vio llegar a la casa con toda la actitud. Se metieron al despacho de Connor y estuvieron casi dos horas imprimiendo y marcando registros como si se les fuera la vida en ello.Para las doce de la noche, Connor y Jackson se echaron atrás en las sillas y se miraron con seriedad.—Él lo hizo —aseguró Connor.—O lo encargó —respondió Jackson—, pero definitivamente el cerebro detrás de esos accident
Baby pestañó con nerviosismo cuando se dio cuenta de lo que aquello significaba. Mireya se sentó en uno de los sillones y meció a Sam, mientras Baby abría aquella agenda y revisaba todo lo que había escrito en ella.Mireya había detallado los movimientos de Tadeo y de Jason en los últimos cinco años. Cada vez que viajaban, cada vez que conocían a un cliente o a alguien nuevo, cada cosa que a Mireya le parecía extraña la anotaba, incluso tenía fotografías o copias de los boletos de avión que habían usado.Aquel libro era una pequeña mina de oro para poner en perspectiva todo lo que habían hecho los dos. Pero lo que sin dudas llamó la atención de Baby fueron los viajes que había hecho Jason. Podía reconocer un par de lugares donde habían ocurrido los accidentes, y no quería decírselo abiertamente a
—¿Estás seguro de esto? —preguntó Jackson un poco nervioso.—No podemos seguir esperando más tiempo —respondió Connor—. Ya investigamos al Fiscal de Distrito. Está limpio. Es hora de ver si esto puede ser más justicia que venganza, o si definitivamente no nos quedará más remedio que lanzarlo a la opinión pública.Jackson asintió mientras esperaban a que la asistente les permitiera entrar, y diez minutos después el fiscal los recibió.Era un hombre que no debía pasar de los cuarenta y cinco años, serio y adusto. Tenía fama de ser demasiado severo y de no dejarse sobornar, pero ya Jackson y Connor estaban acostumbrados a que la gente podía sorprenderlos de manera muy negativa.—Sabes que nada de esto que me muestras puede ser admitido en la corte como evidencia, ¿verdad? —le pregunt&oa
El amanecer brillaba afuera, con una luz tenue que hacía parecer aquella visión absolutamente mágica.—Connor… ¿dónde estamos?Él se levantó y la abrazo por la espalda, apoyando la cabeza en su hombro y mirando también a través de la ventana.—En Napa, a unos seiscientos kilómetros de casa.—¡Dios, es precioso! —murmuró Baby porque hablar más alto habría sido romper la magia de aquel lugar.Frente a ellos se extendían hectáreas de viñedos, que se perdían de la vista en medio de la niebla matutina.—¿Esto de quien es? —preguntó asombrada.—Bueno, es de uno de mis clientes menos cretinos —respondió Connor con una sonrisa—. Pero solo tiene este viñedo por antojo, ni siquiera se ocupa de él y apenas viene. Así que
Quizás en otro tiempo el Honorable Juez Ordaz no se hubiera sentido intimidado por una citación del juzgado para declarar en un caso contra INVEXA. Lo había hecho más de una vez y no había habido ningún problema, porque además de ser un juez de la corte federal, sabía que tenía además el respaldo del Juez Vanderville.Estaba seguro de que ninguna de aquellas condiciones había cambiado. Entonces… ¿Qué lo había hecho?La diferencia era un solo hombre.Uno que no era tan poderoso como él… uno al que podía aplastar como la cucaracha que era y sin embargo… no lo había conseguido.Y ese hombre era Connor Sheffield.Jamás en toda su vida Ordaz había conocido a alguien tan determinado como él, por eso lo había elegido para que fuera su asesor legal de campaña. Cuando se destapó
Nunca, ni en un millón de años, Connor esperaba recibir aquella llamada, a pesar de que Ordaz estaba en sus números de contacto. Habían sido cercanos, pero desde hacía meses que la cuenta Ordaz la llevaba Jacob Lieberman, porque Connor no quería tener ningún vínculo directo con él que pudiera afectar el caso.Sin embargo aquella mañana, justo un día antes del juicio y mientras regresaban de Napa, el teléfono de Connor comenzó a sonar con insistencia, y el número que salió fue el del Honorable Juez Ordaz.Connor miró a Baby con curiosidad y luego puso el teléfono en altavoz mientras le contestaba sin que un solo rastro de sarcasmo lo delatara.—Su Señoría. ¿Cómo puedo ayudarlo? —lo saludó.—Sheffield… necesito reunirme contigo.El abogado sonrió en silencio. No iba a