El amanecer brillaba afuera, con una luz tenue que hacía parecer aquella visión absolutamente mágica.
—Connor… ¿dónde estamos?
Él se levantó y la abrazo por la espalda, apoyando la cabeza en su hombro y mirando también a través de la ventana.
—En Napa, a unos seiscientos kilómetros de casa.
—¡Dios, es precioso! —murmuró Baby porque hablar más alto habría sido romper la magia de aquel lugar.
Frente a ellos se extendían hectáreas de viñedos, que se perdían de la vista en medio de la niebla matutina.
—¿Esto de quien es? —preguntó asombrada.
—Bueno, es de uno de mis clientes menos cretinos —respondió Connor con una sonrisa—. Pero solo tiene este viñedo por antojo, ni siquiera se ocupa de él y apenas viene. Así que
Quizás en otro tiempo el Honorable Juez Ordaz no se hubiera sentido intimidado por una citación del juzgado para declarar en un caso contra INVEXA. Lo había hecho más de una vez y no había habido ningún problema, porque además de ser un juez de la corte federal, sabía que tenía además el respaldo del Juez Vanderville.Estaba seguro de que ninguna de aquellas condiciones había cambiado. Entonces… ¿Qué lo había hecho?La diferencia era un solo hombre.Uno que no era tan poderoso como él… uno al que podía aplastar como la cucaracha que era y sin embargo… no lo había conseguido.Y ese hombre era Connor Sheffield.Jamás en toda su vida Ordaz había conocido a alguien tan determinado como él, por eso lo había elegido para que fuera su asesor legal de campaña. Cuando se destapó
Nunca, ni en un millón de años, Connor esperaba recibir aquella llamada, a pesar de que Ordaz estaba en sus números de contacto. Habían sido cercanos, pero desde hacía meses que la cuenta Ordaz la llevaba Jacob Lieberman, porque Connor no quería tener ningún vínculo directo con él que pudiera afectar el caso.Sin embargo aquella mañana, justo un día antes del juicio y mientras regresaban de Napa, el teléfono de Connor comenzó a sonar con insistencia, y el número que salió fue el del Honorable Juez Ordaz.Connor miró a Baby con curiosidad y luego puso el teléfono en altavoz mientras le contestaba sin que un solo rastro de sarcasmo lo delatara.—Su Señoría. ¿Cómo puedo ayudarlo? —lo saludó.—Sheffield… necesito reunirme contigo.El abogado sonrió en silencio. No iba a
—Tienes que calmarte —le dijo el Fiscal de Distrito a Connor—. No vas a resolver nada desesperándote.—¡Pero es que no vino! —Connor parecía un león enjaulado en medio de aquel corredor fuera de la sala del juicio, durante uno de los recesos—. ¡El maldito infeliz de Ordaz no vino!—Pero el juicio ya está en marcha y Ordaz ya fue declarado en desacato. Créeme, tendrá que venir a testificar tarde o temprano, esto no es algo de lo que uno se pueda escapar —intentó tranquilizarlo el fiscal—. Además, si no se presenta, eso también significará algo para el jurado, estaría declarando su culpabilidad y él no es tan tonto.Connor suspiró con desesperación. El día anterior lo había tenido a la mano, justo a la mano. Había notado su inquietud, no era posible que se hubiera arrepentido en tan
—¿Disculpa? —Pero eso no era lo que Connor realmente quería preguntar. Lo que realmente quería preguntarle a aquel maldito infeliz era cómo se atrevía a amenazar a su mujer frente a él.Jason le devolvió la misma sonrisa torcida que le había dejado su paliza, pero había mucho odio en ella, más del que era común en un ser humano racional.—Creo que me escuchaste bastante bien —escupió—. No creas ni por un segundo que me he tragado el cuento de que tu nueva esposa es una española que se llama Malía… Conocí demasiado bien a Virginia como para reconocerla incluso a la poca luz de un corredor. Así que sé perfectamente quién es ella.Connor apretó los puños.—Pues eso a mí me tiene sin cuidado…—¡Pues fíjate que no debería! —excl
Quizás segundos antes el rostro de Baby se había llenado de desesperación, pero en cuanto lo escuchó decir aquello, su expresión se convirtió en una máscara de piedra.—Es una maldita broma, ¿verdad? —preguntó mientras las lágrimas caían por sus mejillas—. ¡Dime que es una broma porque no es posible que yo haya podido equivocarme tanto contigo!Lo vio desviar la mirada y respirar pesadamente, mientras Jacob se ponía entre ellos como un enorme muro asustado.—¡Mírame y dime que estás jodiéndome, Connor! ¡Porque no es posible que yo haya aceptado regresar a este maldito infierno por un hombre que va a abandonarme de nuevo! —le gritó.—¡Yo nunca dije que iba a abandonarte! —se defendió Connor—. Pero al menos pudiste decírmelo…Baby abrió mucho
No podía decirse que el juzgado de la ciudad estuviera vacío a ninguna hora del día, de ningún día de la semana. Siempre había algo importante sucediendo, así que rara vez era posible caminar por aquellos corredores sin toparse con jueces, abogados o asistentes.El laboratorio de medicina legal ocupaba las plantas tres y cuatro del edificio, y Connor había movido sus hilos para que le hicieran una prueba de paternidad con Sam lo más pronto posible y sobre todo sin necesidad de interponer una demanda legal.Por lo general ellos no se involucraban en esos temas a menos que hubiera un juicio de por medio por la custodia de un niño, pero teniendo en cuenta que el abogado Connor Sheffield era una figura pública, el jefe del laboratorio accedió a hacer la prueba en la más estricta confidencialidad.Eran apenas las nueve de la mañana y Baby caminaba en su extremo del corre
Cuando Connor había escuchado a Jason hablar de Sam dos días atrás y decirle que no era su hijo, dos cosas igual de terribles e importantes habían pasado por su cabeza:La primera era cómo sabía sobre Sam, porque las únicas personas a las que le había presentado a su hijo eran Jacob y Jackson, y eso significaba que en algún momento Jason Miller había seguido a Baby y la había visto con el bebé. Eso realmente le provocaba una rabia que lo enceguecía, porque sabía que en algún momento su familia había sido vulnerable.Y la segunda, era que aquella declaración tenía una finalidad, y esa era crear el mayor daño posible entre ellos dos, posiblemente para desestabilizarlos o para desviar su atención del problema real que tenían entre manos.Connor no tenía ni la más absoluta duda de que Sam era su hijo, y aunq
Aquel fue el arresto más rápido en la historia de la policía de Los Ángeles, precisamente porque el Fiscal de Distrito estaba detrás de la pista.Connor Sheffield, reconocido abogado de la ciudad, había presentado una acusación por falsificación de documentos, manipulación de evidencia legal e intento de fraude. Junto a ella, había presentado tres pruebas de laboratorios certificados por el sistema penal de la ciudad, que desmentían el resultado que le había entregado el departamento de Medicina Legal del juzgado.El caso había sido inmediatamente procesado por el detective Norton y supervisado por el fiscal de distrito, y los dos sabían muy bien cómo conducir un interrogatorio que rindiera frutos.—Richard Carlton, más conocido como Rick Carlton, dos años de una carrera frustrada en criminalística y desde hace ocho se estancó