—Tienes que calmarte —le dijo el Fiscal de Distrito a Connor—. No vas a resolver nada desesperándote.
—¡Pero es que no vino! —Connor parecía un león enjaulado en medio de aquel corredor fuera de la sala del juicio, durante uno de los recesos—. ¡El maldito infeliz de Ordaz no vino!
—Pero el juicio ya está en marcha y Ordaz ya fue declarado en desacato. Créeme, tendrá que venir a testificar tarde o temprano, esto no es algo de lo que uno se pueda escapar —intentó tranquilizarlo el fiscal—. Además, si no se presenta, eso también significará algo para el jurado, estaría declarando su culpabilidad y él no es tan tonto.
Connor suspiró con desesperación. El día anterior lo había tenido a la mano, justo a la mano. Había notado su inquietud, no era posible que se hubiera arrepentido en tan
—¿Disculpa? —Pero eso no era lo que Connor realmente quería preguntar. Lo que realmente quería preguntarle a aquel maldito infeliz era cómo se atrevía a amenazar a su mujer frente a él.Jason le devolvió la misma sonrisa torcida que le había dejado su paliza, pero había mucho odio en ella, más del que era común en un ser humano racional.—Creo que me escuchaste bastante bien —escupió—. No creas ni por un segundo que me he tragado el cuento de que tu nueva esposa es una española que se llama Malía… Conocí demasiado bien a Virginia como para reconocerla incluso a la poca luz de un corredor. Así que sé perfectamente quién es ella.Connor apretó los puños.—Pues eso a mí me tiene sin cuidado…—¡Pues fíjate que no debería! —excl
Quizás segundos antes el rostro de Baby se había llenado de desesperación, pero en cuanto lo escuchó decir aquello, su expresión se convirtió en una máscara de piedra.—Es una maldita broma, ¿verdad? —preguntó mientras las lágrimas caían por sus mejillas—. ¡Dime que es una broma porque no es posible que yo haya podido equivocarme tanto contigo!Lo vio desviar la mirada y respirar pesadamente, mientras Jacob se ponía entre ellos como un enorme muro asustado.—¡Mírame y dime que estás jodiéndome, Connor! ¡Porque no es posible que yo haya aceptado regresar a este maldito infierno por un hombre que va a abandonarme de nuevo! —le gritó.—¡Yo nunca dije que iba a abandonarte! —se defendió Connor—. Pero al menos pudiste decírmelo…Baby abrió mucho
No podía decirse que el juzgado de la ciudad estuviera vacío a ninguna hora del día, de ningún día de la semana. Siempre había algo importante sucediendo, así que rara vez era posible caminar por aquellos corredores sin toparse con jueces, abogados o asistentes.El laboratorio de medicina legal ocupaba las plantas tres y cuatro del edificio, y Connor había movido sus hilos para que le hicieran una prueba de paternidad con Sam lo más pronto posible y sobre todo sin necesidad de interponer una demanda legal.Por lo general ellos no se involucraban en esos temas a menos que hubiera un juicio de por medio por la custodia de un niño, pero teniendo en cuenta que el abogado Connor Sheffield era una figura pública, el jefe del laboratorio accedió a hacer la prueba en la más estricta confidencialidad.Eran apenas las nueve de la mañana y Baby caminaba en su extremo del corre
Cuando Connor había escuchado a Jason hablar de Sam dos días atrás y decirle que no era su hijo, dos cosas igual de terribles e importantes habían pasado por su cabeza:La primera era cómo sabía sobre Sam, porque las únicas personas a las que le había presentado a su hijo eran Jacob y Jackson, y eso significaba que en algún momento Jason Miller había seguido a Baby y la había visto con el bebé. Eso realmente le provocaba una rabia que lo enceguecía, porque sabía que en algún momento su familia había sido vulnerable.Y la segunda, era que aquella declaración tenía una finalidad, y esa era crear el mayor daño posible entre ellos dos, posiblemente para desestabilizarlos o para desviar su atención del problema real que tenían entre manos.Connor no tenía ni la más absoluta duda de que Sam era su hijo, y aunq
Aquel fue el arresto más rápido en la historia de la policía de Los Ángeles, precisamente porque el Fiscal de Distrito estaba detrás de la pista.Connor Sheffield, reconocido abogado de la ciudad, había presentado una acusación por falsificación de documentos, manipulación de evidencia legal e intento de fraude. Junto a ella, había presentado tres pruebas de laboratorios certificados por el sistema penal de la ciudad, que desmentían el resultado que le había entregado el departamento de Medicina Legal del juzgado.El caso había sido inmediatamente procesado por el detective Norton y supervisado por el fiscal de distrito, y los dos sabían muy bien cómo conducir un interrogatorio que rindiera frutos.—Richard Carlton, más conocido como Rick Carlton, dos años de una carrera frustrada en criminalística y desde hace ocho se estancó
La voz de Jacob sonó amenazante en el corredor de aquel hospital.—No me hagas darte una bofetada como si fuera una niña —regañó a Connor—. Sé que estás desesperado, pero tienes que calmarte, porque los médicos no van a trabajar más rápido solo porque tú estés dando gritos en la sala de espera. ¿Me entiendes?Connor se soltó de él y se mesó los cabellos.—¡No puedes decirme que me calme, Jacob! —exclamó—. Se acaban de llevar a mi mujer, a la madre de mi hijo. ¿Tienes idea de lo que ese infeliz puede hacerle?Jacob no quería ni pensarlo. Si Jason de por sí era un hombre peligroso y capaz de matar, ahora estaba acorralado y no tenía que ser demasiado inteligente para darse cuenta de que no tenía salida.—La vamos a encontrar, te lo aseguro. El Fiscal de Distr
Connor esperaba que aquello funcionara. Aquella pared impenetrable que podía haber sido la relación entre Jason y Vanderville, iba a desmoronarse poco a poco ahora que estaba pesando sobre ellos el fantasma de la justicia.La cárcel era un hecho desagradable incluso para los que sabían que estaban bajo su contante amenaza.—¿Crees que se lo tragará? ¿Que Vanderville lo entregó? —preguntó Jacob.—Eso espero. Vanderville es un zorro viejo y no tiene honor —contestó Connor—. Ya viste lo que le hizo a Ordaz.—Eso lo hizo Jason… como sea que lo haya hecho —intervino Jackson.—Lo sé, pero te apuesto a que Jason jamás ha dado un solo paso sin contar con la aprobación de Vanderville —replicó Connor—. Estoy más que seguro de que aunque fue obra suya, Vanderville fue quien le dio la orden
—Me está siguiendo.Connor no tuvo que mirar en el espejo retrovisor más de tres veces para darse cuenta de que el sedán plateado de cristales oscuros había doblado dos veces en las mismas esquinas que él. Jackson le había enseñado muy bien cómo identificar si lo perseguían y a aquellas alturas ya no creía en la casualidad.—¿Estás seguro de que es él? —Escuchó la voz del detective Norton el altavoz del celular.—El auto tiene los cristales entintados, pero estoy seguro de que es Jason —dijo Connor.—Esto no me gusta, Sheffield. Dios sabe que te respeto pero no entiendo cómo pudiste convencer al asesor del caso para que te dejara hacer esta locura.—Porque sabe que no tenemos alternativa —aseguró Connor—. Vanderville no se irá pacíficamente mientras exista una amenaza sob