Baby miró alrededor del campus, mientras Connor se acercaba a ella empujando el cochecito donde dormía Sam. Corrió hacia ellos en cuanto los vio y se lanzó al cuello de Connor, que la levantó, besándola.
—¡Entré! ¡Entré! —gritó sacudiendo aquel papel mientras reía emocionada.
Connor la inclinó como si hubieran estado bailando y la besó sin importarle que hubiera gente mirando.
—¡Sabía que lo conseguirías! —exclamó con certeza—. Eres la mujer más linda, más sexy, más inteligente y talentosa que he conocido, por eso me enamoré de ti.
—¡Auch! ¡Tú quieres cariñitos esta noche! —lo acusó ella riéndose.
—Eso también. Pero muéstramela, quiero verla.
Baby le entregó la carta de aceptació
—¡Sí…! ¡Sí!Era un Sí enorme, gigante, esperanzado. Era un Sí para dejar atrás todas las dudas que había sentido alguna vez.Connor se levantó y la levantó, abrazándola y haciéndola dar una vuelta en el aire.—Gracias, amor. ¡Te juro que no vas a arrepentirte!La besó suavemente, enredando la lengua con la suya, explorando cada centímetro del interior de su boca hasta que el calor comenzó a subir entre los dos. Acarició su espalda, sus manos bajaron, apretando sus nalgas, subiendo su vestido poco a poco hasta encontrarse con la piel desnuda y preciosa. Sus manos se deslizaron hasta el nacimiento de sus muslos y la levantó, haciendo que enredara las piernas alrededor de su cintura.—Connor… no podemos hacer esto… —gimió ella—. Estamos… cualquiera nos puede ver&hell
Tres años después.La luna de miel en Venecia había sido perfecta, y Baby y Connor habían procurado alargarla durante los últimos tres años.Baby había terminado su licenciatura en Stanford hacía algunos meses, y ahora estaba allí, en la ceremonia de su graduación, mientras Connor la miraba orgulloso mientras cargaba a Sam.—Oye, ¿crees que a mamá le guste su regalo? —le preguntó Connor y su hijo se encogió de hombros haciendo una mueca de que no sabía.—A ella le gustan los libros —respondió como si eso fuera más que suficiente.—Tienes razón —suspiró Connor con confianza—. Le gustará.Baby bajó del escenario con su diploma en la mano, entusiasmada porque por fin después de todo el esfuerzo de llevar una casa, un matrimonio y un beb&e
Siete meses despuésBaby no pudo evitar sonreír ante la primera contracción.—¡Connooooor! —-gritó y lanzó una carcajada cuando lo vio derrapar sobre el suelo de la sala, mientras Sam hacía exactamente lo mismo detrás de él.—Mami ¿ya viene? —Sam y su padre habían estado las últimas semanas esperando aquel momento y preguntando cada cinco minutos.—¡Ya viene! —confirmó Baby respirando con dificultad.—¡Genial! ¡Voy a tener una hermanita! ¬—gritó Sam con alegría.—O hermanito ¬—lo reconvino su padre—. Todavía no sabemos qué será.En ninguna de las ecografías Connor y Baby habían querido saber el sexo del bebé, pero Sam no dejaba de insistir en que sería una hermanita.
BABYUn libro de Valeria AdamsBestseller del New York TimesNúmero uno en el ranking de ventas por catorce semanas.Al final del set de grabación, aquel anuncio aparecía y se desvanecía en la pantalla en grandes letras negras, junto a su foto y las últimas novelas de su serie.Valeria dejó de prestarle atención por un segundo a la chica que la maquillaba y cerró los ojos. Hacía un año y medio que se había sentado en aquella misma butaca, llena de esperanzas por su siguiente libro, y ahora llegaba aquel set con otro bestseller y el corazón roto.El director del programa dio la orden de grabar y Valeria forzó una sonrisa que le salió demasiado bien.—Valeria, ¡qué placer tenerte de nuevo con
—¡La corte falla a favor del demandante! —anunció el Honorable Juez Ordaz.Connor Sheffield cerró su maletín ejecutivo con un golpe seco y pareció que todos en aquel juzgado se estremecían. Era uno de los abogados más temidos de Los Ángeles y le encantaba el efecto que era capaz de causar.—¡Voy a matarte, Sheffield! —le gritó su oponente mientras se lo llevaban.—Sí, bueno… ponte en la fila —se rio Connor.Salió del juzgado directamente a su casa, se alistó para salir con ropa más cómoda y menos elegante; y contrató a un chofer, porque sabía que iba a beber esa noche.Jacob Lieberman, su socio y mejor amigo desde hacía quince años, lo esperaba en el Spectrum. Aquel era el mejor antro de la ciudad, solo se accedía por membresía especial
Virginia abandonó aquel reservado con el estómago lleno de mariposas, y sabía que le costaría un tiempo espantarlas a todas. Había permitido que aquel hombre se acercara a ella solo para escapar de Jason, pero en cuestión de segundos se había convertido de un instrumento de evasión en una perfecta máquina de placer…Virginia había sentido todos los terremotos del mundo bajo sus pies mientras él la besaba. Se notaba que tenía experiencia, que sabía cómo sacar lo mejor y lo peor de una mujer… pero aquella burbuja se había roto en el mismo segundo en que había entendido quién era él y por qué estaban en aquel lugar:Él era otro cliente del Spectrum, y por aquella erección desenfrenada en el reservado, al parecer creía que ella era una de las chicas del club. Era una pena, pero na
Connor parecía haber perdido todo rastro de tranquilidad desde que había salido de aquel reservado. No se inmutó ni siquiera cuando Gerry Kent, el dueño del local, les hizo traer un par de chicas de regalo.Sus cinco sentidos estaban puestos en encontrar a su rubia peligrosa. Pero su sexto sentido, ese que lo metía y lo sacaba de los problemas, le decía que algo más estaba sucediendo.Se despidió de Jake y se dirigió a su auto, saliendo como siempre por el sótano del edificio hacia el estacionamiento. Pero a medio camino un grito entre los autos lo hizo detenerse.Sabía lo que se jugaba como abogado si se veía enredado en un escándalo en un club nocturno, así que siguió su primer instinto: llamar a Jake y gritar mientras lo hacía como si llamara a la policía.Estaba seguro de que eso era suficiente para espanta
Virginia intentó ponerse de pie y se le escapó un gesto de dolor, pero Connor se dio cuenta de que su fuerza de voluntad era más fuerte que todo.—Vamos —dijo pasando un brazo decidido a su alrededor y llevándola a la salida.—¿A… a dónde…? —balbuceó Virginia, nerviosa.—A algún lugar donde seas capaz de hablar. A mi casa.Virginia se soltó de su agarre y se apoyó en la puerta negando con vehemencia.—¡Claro que no…! No te conozco… tú…—Me llamo Connor Sheffield, soy uno de los abogados más respetados de esta ciudad y no voy a lastimarte. Si me dices tu nombre y me das tu dirección, yo mismo te dejaré en la puerta de tu casa y le explicaré a tus padres lo que te sucedió.Virginia miró al suelo mientras