Capítulo155
—Tía, ¿por qué no salimos a ver qué pasa también?

Lucía sonrió.

Francisca Martín dudó por un momento, y luego asintió con la cabeza. Entonces, junto con Christian y Dolores, salieron.

Una vez afuera, Enrique Muñoz ordenó a sus subordinados que dejaran a Jorge Alonso y los demás en el suelo.

En ese momento, el ruido de motores de automóviles retumbó de repente, y más de una docena de Volkswagen negros se acercaron rápidamente al último edificio del bloque. Se detuvieron y rodearon la intersección.

Las puertas de los coches se abrieron, y de ellos salieron treinta o cuarenta hombres jóvenes con trajes negros, musculosos y con una actitud dominante.

Al ver esta escena, Enrique Muñoz y Francisca Martín se sorprendieron.

—¡Genial!

—¡Nuestros hombres han llegado!

Jorge Alonso estaba emocionado, sabía que su ayuda finalmente había llegado.

—¿Quiénes son estos tipos?

La expresión de Enrique Muñoz se oscureció, con una mirada de incertidumbre.

—Papá, probablemente son los refuerzos que trajo Jo
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