Virginia abandonó aquel reservado con el estómago lleno de mariposas, y sabía que le costaría un tiempo espantarlas a todas. Había permitido que aquel hombre se acercara a ella solo para escapar de Jason, pero en cuestión de segundos se había convertido de un instrumento de evasión en una perfecta máquina de placer…
Virginia había sentido todos los terremotos del mundo bajo sus pies mientras él la besaba. Se notaba que tenía experiencia, que sabía cómo sacar lo mejor y lo peor de una mujer… pero aquella burbuja se había roto en el mismo segundo en que había entendido quién era él y por qué estaban en aquel lugar:
Él era otro cliente del Spectrum, y por aquella erección desenfrenada en el reservado, al parecer creía que ella era una de las chicas del club. Era una pena, pero nada estaba más lejos de la realidad.
Había ido al Spectrum a investigar a una de las criaturas más viles, rastreras y asquerosas que hubiera conocido, y por desgracia él la había visto.
Virginia suspiró con alivio cuando paseó la mirada por el club desde un rincón y no vio a Jason. Tomó uno de los corredores laterales y un par de puertas que la llevaron al estacionamiento subterráneo. Estaba a punto de alcanzar la salida cuando aquella mano se cerró sobre su brazo, lastimándola.
—¿De verdad creíste que eras lo bastante inteligente como para escapar de mí? —siseó Jason en su oído y Virginia se estremeció de terror.
Le temía tanto como lo odiaba, y en ambos casos los sentimientos eran extremos.
—¡Suéltame!
—¡¿Qué estás haciendo aquí?! —Jason la zarandeó violentamente.
—Nada, vine a divertirme…
—¡Mentirosa! ¡Aquí solo se aceptan hombres con mucho dinero, hombres poderosos como yo, no putitas como tú!
—¡Cállate! —exclamó Virginia luchando por soltarse—. ¡Vine porque me dio la gana!
—Viniste porque sigues empeñada en hacernos la vida una m1erd@ a papá y a mí. ¡Pero no voy a permitírtelo!
—¡Él no es tu padre! —gritó ella furiosa—. ¡Ya quisieras que lo fuera, pero es el mío! Tú solo eres el maldito bastardo adoptado de su amante, pero al final eres una b****a igual que él…
Virginia sabía lo que vendría, no era la primera vez, pero a veces simplemente no podía quedarse callada. La bofetada la hizo volver la cabeza y apretar los dientes para aguantar el dolor, pero cuando volvió a mirarlo lo hizo aun con más odio.
—¡Yo soy más hijo suyo que tú! ¡A ti siempre te alejó! ¡Te has pasado toda tu vida en un internado, no lo conoces!
—Conozco lo suficiente para saber lo sucio que está. No importa lo que el mundo vea, yo sé quién es y de lo que es capaz —siseó Virginia sintiendo el dolor extenderse desde su mejilla.
—¡Devuélvemelos! ¡Quiero esos papeles! ¡Ahora! —demandó Jason sacudiéndola violentamente por los hombros.
—No sé de qué hablas... Yo no tengo nada.
—¡Mentirosa! Te escuché hablando con tu amiga esta tarde. Sé que los tienes y quiero que me los des. No voy a permitir que me hundas por tu capricho.
—No voy a darte nada…
—¡Entrégamelos antes de que pierda los estribos y haga una estupidez, Virginia! —la amenazó él—. No soy la clase de hombre al que puede joder impunemente. Voy a convertir tu vida en un infierno.
Virginia se rio en su cara.
—Mi vida siempre ha sido un infierno por tu culpa, pero ya no estoy dispuesta a hacértelo fácil. No voy a darte nada. ¡Jamás vas a encontrar esos papeles! ¡Y te aseguro que hallaré la forma de usarlos contra ustedes tarde o temprano!
—¿Y crees que alguien te va a creer? ¡No eres nadie! ¡No tienes poder! ¡No tienes dinero! ¡No le importas a nadie! ¡Solo eres una maldita put@ de la que no logramos deshacernos!
—¡Pues seré una puta! —le gritó Virginia—. ¡Pero no soy la tuya!
La expresión de Jason cambió radicalmente en un solo segundo y una oscura maldad que ya Virginia conocía muy bien se reflejó en su rostro.
—¡Entonces vamos a cambiar eso de una vez! —declaró mientras la empujaba contra uno de los coches e intentaba besarla.
—¡Suéltame! —gritó la muchacha tratando de apartar su cara.
Peleó con todas sus fuerzas, pero Jason era al menos treinta kilos más pesado que ella.
—Eso, resístete, así me gusta más… —susurró él en su oído y Virginia creyó que se moriría del asco.
Lanzó el primer grito pidiendo auxilio, pero el segundo lo silenció Jason con un puñetazo que la dejó atontada. La empujó al suelo y la pateó dos veces en el estómago para que dejara de gritar.
—¿De verdad crees que puedes contra nosotros… contra mí? —le escupió abofeteándola de nuevo—. ¡No eres nadie, no tienes a nadie…! ¡Y hoy por fin tendrás exactamente lo que te mereces!
Intentó arrancarle los tirantes del vestido y ella encontró fuerzas para reaccionar un poco, para empezar a manotear de nuevo mientras intentaba sacárselo de encima.
Pudo sentir sus manos en lugares que detestaba que tocaran, su respiración caliente que apestaba a alcohol y su risa asquerosa sobre su rostro.
—¡Suéltame…!
—Entrégame los papeles.
—¡Ni muerta! —gritó Virginia, sabiendo que aquellos papeles eran la única defensa que le quedaba en el mundo.
—No te preocupes, después de esta noche te aseguro que querrás morirte… —se rio Jason metiendo una mano debajo de su pequeño vestido y arrancándole una de las ligas de las bragas—. Eso si no te gusta y vienes por más, putita.
—¡Basta! ¡Basta! ¡Suéltame!
Las lágrimas corrían, amargas y ardientes por el rostro de Virginia mientras intentaba luchar contra el dolor de su abdomen, más el dolor psicológico que aquellas manos le producían. Rasguñó, mordió, se ganó otras dos bofetadas, pero no dejó de pelear hasta que sintió las manos de Jason alrededor de su garganta.
—Esto es lo que te buscaste, maldita. Debiste quedarte en España para siempre. Ahora vas a ser el trapo sucio con que me limpio y no puedes hacer nada para evitarlo.
El mundo empezó a ponerse borroso frente a sus ojos. Sabía que Jason no iba a matarla, pero lo que le haría si lograba someterla sería mucho peor. Su costado derecho ardía como si se estuviera quemando, no podía respirar, el peso de Jason sobre sus caderas le provocaba una sensación de dolor insoportable pero cuando por fin consiguió abrirle las piernas fue mucho peor.
Virginia manoteó al aire tratando de encontrar una defensa, rasguñó su cara en toda la mejilla y lo escuchó gritar una maldición. Oyó el sonido del cinturón al descorrerse y gritó una última vez pidiendo ayuda, porque sabía que no habría tiempo para más.
Pero toda la respuesta que obtuvo fue la risa asquerosa de Jason junto a su cara.
—¿¡911!? ¡Necesito a la policía! —se escuchó un grito a pocos metros que hizo a Jason gruñir y levantarse en el acto—. ¡Sí, la policía, en el club Spectrum! ¡Por agresión! ¡Están golpeando a alguien!
Jason ni siquiera se detuvo a ver quién era, bajó la cabeza y corrió en la dirección contraria a aquella voz perdiéndose entre los autos que estaban estacionados.
Virginia se encogió sobre sí misma, sollozando con la poca fuerza que le quedaba, sin conseguir moverse más, ni agradecer a Dios o a ese extraño que la había salvado del infierno.
Pero en el mismo momento en que aquel rostro apareció en su campo de visión, todo su cuerpo pareció ceder, perderse, y se dejó envolver por la oscuridad.
Connor parecía haber perdido todo rastro de tranquilidad desde que había salido de aquel reservado. No se inmutó ni siquiera cuando Gerry Kent, el dueño del local, les hizo traer un par de chicas de regalo.Sus cinco sentidos estaban puestos en encontrar a su rubia peligrosa. Pero su sexto sentido, ese que lo metía y lo sacaba de los problemas, le decía que algo más estaba sucediendo.Se despidió de Jake y se dirigió a su auto, saliendo como siempre por el sótano del edificio hacia el estacionamiento. Pero a medio camino un grito entre los autos lo hizo detenerse.Sabía lo que se jugaba como abogado si se veía enredado en un escándalo en un club nocturno, así que siguió su primer instinto: llamar a Jake y gritar mientras lo hacía como si llamara a la policía.Estaba seguro de que eso era suficiente para espanta
Virginia intentó ponerse de pie y se le escapó un gesto de dolor, pero Connor se dio cuenta de que su fuerza de voluntad era más fuerte que todo.—Vamos —dijo pasando un brazo decidido a su alrededor y llevándola a la salida.—¿A… a dónde…? —balbuceó Virginia, nerviosa.—A algún lugar donde seas capaz de hablar. A mi casa.Virginia se soltó de su agarre y se apoyó en la puerta negando con vehemencia.—¡Claro que no…! No te conozco… tú…—Me llamo Connor Sheffield, soy uno de los abogados más respetados de esta ciudad y no voy a lastimarte. Si me dices tu nombre y me das tu dirección, yo mismo te dejaré en la puerta de tu casa y le explicaré a tus padres lo que te sucedió.Virginia miró al suelo mientras
Virginia arrugó el ceño cuando escuchó aquellas palabras.—¿Quedarme? ¿Aquí, en tu casa…? ¿Cómo…? —lo que realmente quería preguntar era «por qué», pero no sabía cómo expresar su sorpresa.—Como mi acompañante. Quiero que te quedes como mi acompañante.Connor la vio apretar los labios y pasar saliva.—Creo que se confundió, señor abogado. No soy una put@, no pertenezco al Spectrum y no estoy a la venta… —siseó ella, molesta— …al menos no todavía.Connor sonrió porque todavía tenía fuerzas para ser combativa a pesar de todo, y porque le gustaba aquello de que no tuviera filtro.—Sé que no perteneces al club y sé que eres virgen, Baby —dijo y la vio asombrarse y son
Virginia se miró de arriba abajo. Un pijama que le quedaba absurdamente grande no era la mejor ropa para recibir visitas, pero la verdad era que no tenía otra. Había dormido con un sueño pesado e intranquilo, y le había costado comer algo al levantarse. Y ahora recibir a alguien no era lo ideal…—No te preocupes, Baby —la tranquilizó Connor—. Mi diseñadora es una bella persona, y se entusiasmó mucho cuando le hablé de ti.Virginia asintió y se arregló tanto como pudo para esperar a la señora Bennet. Se sorprendió al saber que no tenía nada de «señora» en su carácter. Era divertida y jovial y la abrazó con suavidad, sin hacer un solo gesto que denotara que sabía lo que le había pasado.—Mi niña, ¡eres una belleza! —la saludó Valeria.
Virginia suspiró con alivio en el mismo segundo en que se sentó en aquel vuelo privado. Connor tenía la cabeza perdida entre decenas de documentos, exactamente como había estado la última semana, pero ella ni lo interrumpía ni preguntaba.Su contrato era claro: Básicamente él quería que ella estuviera presente cuando la necesitara, y que no lo agobiara demasiado. Y ella pretendía cumplirlo al pie de la letra.Algunas horas después, cuando entraban al departamento del edificio 180 East en Manhattan, Virginia comprendió que su vida daría un vuelco radical.—¿Estás bien, Baby? —preguntó Connor llegando junto a ella, que miraba la ciudad por el enorme cristal.—Estoy en una ciudad que no conozco, con un hombre extraño…—Y aun así te sientes más segura que nunca &m
A Virginia casi le dolió físicamente aquella preocupación en el rostro de Connor cuando supo que se habían quedado sin salón de eventos a menos de dos días de la Gala.—No puede ser imposible conseguir otro salón —lo animó Virginia.—No es imposible, Baby, pero esto es Nueva York y tenemos muy poco tiempo. Será una pesadilla conseguir algo a la altura. No es cualquier evento el que vamos a hacer, es el lanzamiento de un nuevo despacho. ¿Tienes idea de cuánta gente importante invitamos?—Tengo la idea exacta, acabo de confirmar con jueces, senadores y celebridades —suspiró Virginia—. Pero algo tiene que aparecer, no te desanimes, por favor. Voy a empezar a hacer llamadas ahora mismo.Connor intentó sonreírle pero se notaba que aquel era un inconveniente que no había previsto. La muchacha pa
Connor quería interpretar aquello a su favor, en serio quería, pero el tiempo le jugaba en contra.Pasaron la mitad de esa noche preparando el cambio, y al otro día apenas vio a Baby, porque estuvo llamando a todos los invitados para confirmar con ellos el cambio del lugar de la Gala.—Baby, ¿puedes confirmar la asistencia con los abogados, por favor? Y llama a Jake también —le pidió Connor y Virginia mandó un memorándum urgente a todas las asistentes del despacho. Habló con Jacob Lieberman y luego fue por su acostumbrado café a la salita de descanso.Adentro escuchó voces de personas que no le agradaban, pero Connor tenía razón, evitar las confrontaciones no era la solución, así que entró libremente, encontrándose a Mara y a Irene, otra de las asistentes. Las dos la miraron con incomodidad, pero ella les
Virginia vio la expresión cansada de Connor y no le pasó por la cabeza el contrato ni una sola vez, solo pensó en que la necesitaba y que ella estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario por él.Se acercó a Connor y a la mujer que tan incómodo lo tenía, y se colgó del brazo del abogado con una sonrisa.—Les ofrezco una disculpa —dijo con mucha educación—, pero al Director Pierson le urge hablar con el señor Sheffield por un momento. ¿Señor Sheffield, sería tan amable de acompañarme?—¿Y para qué quiero tus disculpas? —preguntó la mujer levantando la barbilla con arrogancia—. Estás interrumpiendo una conversación importante. ¿No te diste cuenta de eso?Virginia se tensó, pero Connor puso una mano sobre la suya para calmarla.—No se
BABYUn libro de Valeria AdamsBestseller del New York TimesNúmero uno en el ranking de ventas por catorce semanas.Al final del set de grabación, aquel anuncio aparecía y se desvanecía en la pantalla en grandes letras negras, junto a su foto y las últimas novelas de su serie.Valeria dejó de prestarle atención por un segundo a la chica que la maquillaba y cerró los ojos. Hacía un año y medio que se había sentado en aquella misma butaca, llena de esperanzas por su siguiente libro, y ahora llegaba aquel set con otro bestseller y el corazón roto.El director del programa dio la orden de grabar y Valeria forzó una sonrisa que le salió demasiado bien.—Valeria, ¡qué placer tenerte de nuevo con
Siete meses despuésBaby no pudo evitar sonreír ante la primera contracción.—¡Connooooor! —-gritó y lanzó una carcajada cuando lo vio derrapar sobre el suelo de la sala, mientras Sam hacía exactamente lo mismo detrás de él.—Mami ¿ya viene? —Sam y su padre habían estado las últimas semanas esperando aquel momento y preguntando cada cinco minutos.—¡Ya viene! —confirmó Baby respirando con dificultad.—¡Genial! ¡Voy a tener una hermanita! ¬—gritó Sam con alegría.—O hermanito ¬—lo reconvino su padre—. Todavía no sabemos qué será.En ninguna de las ecografías Connor y Baby habían querido saber el sexo del bebé, pero Sam no dejaba de insistir en que sería una hermanita.
Tres años después.La luna de miel en Venecia había sido perfecta, y Baby y Connor habían procurado alargarla durante los últimos tres años.Baby había terminado su licenciatura en Stanford hacía algunos meses, y ahora estaba allí, en la ceremonia de su graduación, mientras Connor la miraba orgulloso mientras cargaba a Sam.—Oye, ¿crees que a mamá le guste su regalo? —le preguntó Connor y su hijo se encogió de hombros haciendo una mueca de que no sabía.—A ella le gustan los libros —respondió como si eso fuera más que suficiente.—Tienes razón —suspiró Connor con confianza—. Le gustará.Baby bajó del escenario con su diploma en la mano, entusiasmada porque por fin después de todo el esfuerzo de llevar una casa, un matrimonio y un beb&e
—¡Sí…! ¡Sí!Era un Sí enorme, gigante, esperanzado. Era un Sí para dejar atrás todas las dudas que había sentido alguna vez.Connor se levantó y la levantó, abrazándola y haciéndola dar una vuelta en el aire.—Gracias, amor. ¡Te juro que no vas a arrepentirte!La besó suavemente, enredando la lengua con la suya, explorando cada centímetro del interior de su boca hasta que el calor comenzó a subir entre los dos. Acarició su espalda, sus manos bajaron, apretando sus nalgas, subiendo su vestido poco a poco hasta encontrarse con la piel desnuda y preciosa. Sus manos se deslizaron hasta el nacimiento de sus muslos y la levantó, haciendo que enredara las piernas alrededor de su cintura.—Connor… no podemos hacer esto… —gimió ella—. Estamos… cualquiera nos puede ver&hell
Baby miró alrededor del campus, mientras Connor se acercaba a ella empujando el cochecito donde dormía Sam. Corrió hacia ellos en cuanto los vio y se lanzó al cuello de Connor, que la levantó, besándola.—¡Entré! ¡Entré! —gritó sacudiendo aquel papel mientras reía emocionada.Connor la inclinó como si hubieran estado bailando y la besó sin importarle que hubiera gente mirando.—¡Sabía que lo conseguirías! —exclamó con certeza—. Eres la mujer más linda, más sexy, más inteligente y talentosa que he conocido, por eso me enamoré de ti.—¡Auch! ¡Tú quieres cariñitos esta noche! —lo acusó ella riéndose.—Eso también. Pero muéstramela, quiero verla.Baby le entregó la carta de aceptació
—¿Qué es lo que pasa?Aquellas eran palabras simples, pero entrañaban un significado peligroso y Baby lo sabía.—El fiscal me pidió que pasáramos por su oficina en la tarde —respondió Connor—. Dice que tiene que ver con tu identidad.Baby se puso tensa y él la alcanzó en un segundo. La estrechó en sus brazos y la besó con suavidad.—¡Hey! No creo que sea nada malo, y tú necesitas dejar de preocuparte de esa manera —la regañó—. Ya no estás sola, no estás desprotegida, y sea lo que sea que tengamos que tratar con el fiscal, lo resolveremos. ¿De acuerdo?La muchacha asintió, refugiándose en él y sintiendo por primera vez después de muchos años que todo por fin estaba en su justo lugar.—Lo siento, estoy nerviosa por todo.—Yo t
Nunca en toda su vida Connor había sentido una desesperación peor que aquella, y sabía que afuera de aquel lugar, toda la gente que lo quería se sentía igual, pero no podían entrar repartiendo balazos cuando el edificio estaba comprometido.Cuando el primer disparo hizo eco en el vacío, Connor supo que aquel sitio se convertiría en un infierno de un momento a otro. Se echó sobre Baby, cubriéndola con su cuerpo y rogando por que aquellos dos infelices se mataran el uno al otro antes de poder lastimarlos o hacer que uno de los balones de gas explotara… pero ese era un pensamiento demasiado ambicioso.El cuerpo de Vanderville fue el primero en tambalearse al ser impactado por una bala. Connor lo vio hacer una mueca como en cámara lenta y apretar el gatillo. Era terrible, pero era la oscura realidad que vivían y no podía terminar de otra manera.Se afanó sobre la
—Me está siguiendo.Connor no tuvo que mirar en el espejo retrovisor más de tres veces para darse cuenta de que el sedán plateado de cristales oscuros había doblado dos veces en las mismas esquinas que él. Jackson le había enseñado muy bien cómo identificar si lo perseguían y a aquellas alturas ya no creía en la casualidad.—¿Estás seguro de que es él? —Escuchó la voz del detective Norton el altavoz del celular.—El auto tiene los cristales entintados, pero estoy seguro de que es Jason —dijo Connor.—Esto no me gusta, Sheffield. Dios sabe que te respeto pero no entiendo cómo pudiste convencer al asesor del caso para que te dejara hacer esta locura.—Porque sabe que no tenemos alternativa —aseguró Connor—. Vanderville no se irá pacíficamente mientras exista una amenaza sob
Connor esperaba que aquello funcionara. Aquella pared impenetrable que podía haber sido la relación entre Jason y Vanderville, iba a desmoronarse poco a poco ahora que estaba pesando sobre ellos el fantasma de la justicia.La cárcel era un hecho desagradable incluso para los que sabían que estaban bajo su contante amenaza.—¿Crees que se lo tragará? ¿Que Vanderville lo entregó? —preguntó Jacob.—Eso espero. Vanderville es un zorro viejo y no tiene honor —contestó Connor—. Ya viste lo que le hizo a Ordaz.—Eso lo hizo Jason… como sea que lo haya hecho —intervino Jackson.—Lo sé, pero te apuesto a que Jason jamás ha dado un solo paso sin contar con la aprobación de Vanderville —replicó Connor—. Estoy más que seguro de que aunque fue obra suya, Vanderville fue quien le dio la orden