Virginia se miró de arriba abajo. Un pijama que le quedaba absurdamente grande no era la mejor ropa para recibir visitas, pero la verdad era que no tenía otra. Había dormido con un sueño pesado e intranquilo, y le había costado comer algo al levantarse. Y ahora recibir a alguien no era lo ideal…
—No te preocupes, Baby —la tranquilizó Connor—. Mi diseñadora es una bella persona, y se entusiasmó mucho cuando le hablé de ti.
Virginia asintió y se arregló tanto como pudo para esperar a la señora Bennet. Se sorprendió al saber que no tenía nada de «señora» en su carácter. Era divertida y jovial y la abrazó con suavidad, sin hacer un solo gesto que denotara que sabía lo que le había pasado.
—Mi niña, ¡eres una belleza! —la saludó Valeria.
—Gracias, señora Bennet.
—Valeria, por favor —le sonrió la mujer mientras le señalaba a Connor una maleta con ruedas para que la arrastrara al salón.
—Mmm… Baby, mucho gusto.
—Encantada, linda. Connor me dijo que necesitas un guardarropa completo para Nueva York, y me dio tu talla.
Virginia levantó una ceja mientras lo miraba, y él pudo adivinar la pregunta en aquella mirada: «¿Tú como sabes mi talla?».
—Traje muestras generales para que te las pruebes —dijo Valeria—. Necesito que me digas de esas cuáles te quedan bien y así podré ajustar las medidas. ¿De acuerdo?
Virginia asintió mientras Valeria sacaba un libro de bocetos para sentarse a dibujar.
—No pensé que tendrías algo listo tan rápido —dijo Connor—. Tu boda fue hace tres días, ¿No deberías estar en tu luna de miel?
—¿Bromeas? Oficiaste mi boda y casi le causas un colapso a mi marido. Eres una de mis personas favoritas y a esta nena vale la pena vestirla —aseguró Valeria—. Además con dos niñas de pocos meses no hay luna de miel que valga. ¡Ahora vayan, vayan, que mis cuatro fieras no van a demorar en reclamarme!
Virginia no pudo evitar la sonrisa mientras iba a una habitación pequeña que se comunicaba con la sala y abría aquella maleta. Tenía ropa muy bonita y para todas las ocasiones. Se notaba que Valeria era una diseñadora muy talentosa.
Tomó uno de los vestidos y trató de ponérselo, pero realmente le costaba trabajo. Le dolían horriblemente las costillas y no podía levantar los brazos sola por encima de la cabeza. Suspiró con cansancio y dio dos golpes en la puerta por dentro, haciendo que Connor se asomara enseguida.
—¿Todo bien? —preguntó viéndola sostener el vestido contra su pecho.
La muchacha negó con cansancio.
—Lo siento, no puedo ponerme esto sola. Me duele el cuerpo.
—¿Quieres que le diga a Val que te ayude? —le preguntó Connor, pero ella bajó la mirada en un instante.
—No… no hay necesidad de que nadie más me vea así —murmuró Virginia y Connor apretó la mandíbula con impotencia, porque sabía que aquellos golpes le daban vergüenza.
—No tenemos que hacer esto ahora…
—Nos vamos a Nueva York en unos días ¿no? —preguntó Virginia—. No me puedo ir desnuda y tampoco quiero molestar de más. Solo… ¿Puedes ayudarme un momento, por favor?
Connor asintió, entrando y cerrando la puerta tras él. Jamás en toda su vida se había puesto nervioso delante de una mujer, pero parecía que todo con ella era diferente.
—Sueles arrancarle la ropa a las chicas, no ayudarlas a vestirse —dijo Virginia como si leyera sus pensamientos y los dos rieron—. ¿Quién sabe? Quizás sea un buen cambio para ti.
Connor atrapó el vestido que la muchacha tenía en las manos y no dejó de mirarla a los ojos ni por un segundo mientras se lo pasaba por la cabeza y los brazos. Su vista periférica se estaba deleitando con la desnudez de aquella chica, pero sus pupilas no se movieron ni un milímetro mientras ayudaba a aquel vestido a deslizarse sobre su cuerpo.
Le quedaba perfectamente ajustado y era suave. ¡Gracias a Dios que era suave!
Salió caminando con el vestido y Valeria la miró de arriba abajo.
—Baby, cariño, el día que te decidas a hacer carrera como modelo, prométeme que seré la primera persona a la que llamarás —dijo Valeria juntando las manos.
—Por supuesto —sonrió Virginia—. Oye Val… no me siento muy bien, ¿podrías ajustarme las medidas por este vestido nada más? ¡Eres una diseñadora increíble, cualquier cosa que hagas para mí me encantará!
Valeria accedió con su sonrisa encantadora.
—Claro, no hay problema, puedo llevarme este de muestra. Lo que sí voy a necesitar es que te pruebes algo de lencería, necesito la medida justa de la copa para los corsés —le pidió—. Por favor pruébate el negro.
Virginia se mordió el labio inferior y entró de nuevo con Connor, que la miró sin decir una palabra. Se veía preciosa, pero no creía que tuviera que decírselo.
—¿Y bien?
—Solo tengo que probarme este vestido y…
—¿Y qué?
Virginia señaló a una pieza que había en el tope de la maleta.
—Quiere que me pruebe eso.
Connor levantó corsé con un dedo y aguantó la respiración inconscientemente.
—Oooooook —murmuró.
Virginia se dio la vuelta y él alcanzó el vestido sobre sus caderas, subiéndolo con cuidado. Miraba al techo, no a ella, y aun así el roce suave de la tela y sentir sus curvas debajo de ella era más que suficiente para ponerle el corazón a cien.
—Te quedan muy lindos mis calzones —la provocó.
—Lo sé.
Connor le sacó el vestido con delicadeza, y se quedó un momento viendo su espalda desnuda, tenía una hermosa curva donde esta terminaba, justo antes de comenzar el trasero. Un par de hoyitos sexys en los que sería perfecto encajar los pulgares y…
Sus dedos casi la rozaron, pero recordó que quizás en ese momento ella no deseara precisamente ser tocada. Así que pasó la pieza del corsé por delante de ella y empezó a amarrarla.
Dio un suave tirón, o al menos a él le pareció suave, para cerrar la línea superior y la escuchó gritar, pegando la frente a la pared.
—¡Maldición! —gruñó dándose cuenta de que la había lastimado—. Lo siento Baby…
Intentó aflojar los cordones pero solo lo empeoró.
—¡Aaah!
—¡Baby!
Pero para ese momento ya las lágrimas estaban corriendo por las mejillas de la muchacha. Connor rebuscó en las gavetas hasta encontrar unas tijeras y cortó las cintas de una vez, viendo cómo la respiración de la chica se volvía jadeante y superficial.
—¡Lo siento, Baby! Lo siento… no fue mi intención —Le sacó el corsé y pasó un brazo alrededor de su abdomen para asegurarse de que no se cayera si se desmayaba.
Virginia se quedó muy quieta, intentando digerir aquel dolor en pequeños jadeos. Cerró los ojos intentando concentrarse y solo dio gracias por que Connor la estaba sosteniendo. Sintió su cuerpo grande y caliente pegado a su espalda, y trató de tranquilizarse. El dolor punzante en su costado se fue calmando poco a poco mientras lo escuchaba respirar suavemente sobre su hombro, como si con eso fuera capaz de tranquilizarla.
—Juro que mataría al que te hizo esto —murmuró enojado y la giró despacio entre sus brazos.
—Yo también… —respondió Virginia mientras lo miraba a los ojos. El dolor se iba y estar desnuda entre sus brazos definitivamente era inquietante.
Connor bajó la mirada, tenía a Virginia pegada a su cuerpo y solo veía la parte superior de sus pechos, pero fue más que suficiente para que su respiración se hiciera más pesada y su voz más grave. Vio el leve temblor en los labios de la muchacha y acarició su espalda con movimientos suaves y sensuales.
—Estás temblando, Baby —dijo perdiéndose en sus ojos.
—Tú también —replicó ella sintiendo el calor que se deprendía de su cuerpo y la dureza de la erección que amenazaba despertarle—. Pareces un adolescente.
—Tú lo eres.
Virginia logró sonreír mientras tomaba la bata que Connor alcanzó sin dejar de verla.
—Si esto sigue así vamos a hacer combustión espontánea.
—Y compartida —le concedió Connor—. Ven, vamos a vestirte, mi corazón no aguantará más sustos hoy…
—Ni más desnudez.
—Sí, bueno… eso tampoco.
Connor la dejó sola con su pijama y salió a hablar con Valeria para que le diseñara lo que quisiera sin ocuparla mucho. Demoró con ella unos diez minutos, y para cuando regresó, Virginia se había quedado medio dormida sobre una butaca.
La cargó hasta su habitación y la dejó sobre su cama.
—Tiene razón, me estoy comportando como un maldito adolescente —pensó en voz alta—. Pero no se puede negar que es divertido.
Fue por su portátil y se sentó junto a ella a redactar un contrato. Saltaba al mínimo gesto que la veía hacer. Ni siquiera era consciente de lo pendiente que estaba de ella.
Tres horas después la vio abrir los ojos con un gesto de dolor.
—Calma, calma Baby. —Le puso en las manos dos analgésicos y al ayudó a tomarlos con un poco de agua—. Descansaste bastante.
—¿Te aburriste?
—No, estuve haciendo algo importante —dijo Connor sentándose a su lado y entregándole algunos papeles engrapados.
Virginia paseó la vista sobre ellos, dándose cuenta de que era el contrato de su «relación». Cada una de las cláusulas estaba escrita exactamente como habían acordado, sin más ni menos, y Virginia suspiró conforme antes de volver la vista hacia él.
—¿Tienes una pluma?
Connor sacó una pequeña caja circular de su bolsillo y se la dio.
—No hace falta, igual no puedes firmar con tu nombre verdadero. Cuando estés lista solo pinta tu dedo y pégalo ahí.
Virginia vio que en la última página estaba perfectamente dibujada otra huella digital.
—Diablos… esto sí que se puso serio —murmuró.
Virginia suspiró con alivio en el mismo segundo en que se sentó en aquel vuelo privado. Connor tenía la cabeza perdida entre decenas de documentos, exactamente como había estado la última semana, pero ella ni lo interrumpía ni preguntaba.Su contrato era claro: Básicamente él quería que ella estuviera presente cuando la necesitara, y que no lo agobiara demasiado. Y ella pretendía cumplirlo al pie de la letra.Algunas horas después, cuando entraban al departamento del edificio 180 East en Manhattan, Virginia comprendió que su vida daría un vuelco radical.—¿Estás bien, Baby? —preguntó Connor llegando junto a ella, que miraba la ciudad por el enorme cristal.—Estoy en una ciudad que no conozco, con un hombre extraño…—Y aun así te sientes más segura que nunca &m
A Virginia casi le dolió físicamente aquella preocupación en el rostro de Connor cuando supo que se habían quedado sin salón de eventos a menos de dos días de la Gala.—No puede ser imposible conseguir otro salón —lo animó Virginia.—No es imposible, Baby, pero esto es Nueva York y tenemos muy poco tiempo. Será una pesadilla conseguir algo a la altura. No es cualquier evento el que vamos a hacer, es el lanzamiento de un nuevo despacho. ¿Tienes idea de cuánta gente importante invitamos?—Tengo la idea exacta, acabo de confirmar con jueces, senadores y celebridades —suspiró Virginia—. Pero algo tiene que aparecer, no te desanimes, por favor. Voy a empezar a hacer llamadas ahora mismo.Connor intentó sonreírle pero se notaba que aquel era un inconveniente que no había previsto. La muchacha pa
Connor quería interpretar aquello a su favor, en serio quería, pero el tiempo le jugaba en contra.Pasaron la mitad de esa noche preparando el cambio, y al otro día apenas vio a Baby, porque estuvo llamando a todos los invitados para confirmar con ellos el cambio del lugar de la Gala.—Baby, ¿puedes confirmar la asistencia con los abogados, por favor? Y llama a Jake también —le pidió Connor y Virginia mandó un memorándum urgente a todas las asistentes del despacho. Habló con Jacob Lieberman y luego fue por su acostumbrado café a la salita de descanso.Adentro escuchó voces de personas que no le agradaban, pero Connor tenía razón, evitar las confrontaciones no era la solución, así que entró libremente, encontrándose a Mara y a Irene, otra de las asistentes. Las dos la miraron con incomodidad, pero ella les
Virginia vio la expresión cansada de Connor y no le pasó por la cabeza el contrato ni una sola vez, solo pensó en que la necesitaba y que ella estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario por él.Se acercó a Connor y a la mujer que tan incómodo lo tenía, y se colgó del brazo del abogado con una sonrisa.—Les ofrezco una disculpa —dijo con mucha educación—, pero al Director Pierson le urge hablar con el señor Sheffield por un momento. ¿Señor Sheffield, sería tan amable de acompañarme?—¿Y para qué quiero tus disculpas? —preguntó la mujer levantando la barbilla con arrogancia—. Estás interrumpiendo una conversación importante. ¿No te diste cuenta de eso?Virginia se tensó, pero Connor puso una mano sobre la suya para calmarla.—No se
Aquel evento había sido un éxito, Virginia lo sabía. Como también sabía que no había hecho nada malo, así que aquel humor de perros que Connor tenía no era su culpa. La llevó hasta el coche y le abrió la puerta sin mirarla. Ella se subió con toda la dignidad que pudo reunir sin reírse y lo vio despedir al chofer para sentarse él mismo al volante. No se dijeron ni una sola palabra, pero apenas llegaron a la casa, Connor se convirtió en un huracán que tiraba puertas y lanzaba la corbata y el saco a cualquier lugar. Virginia se sentó en el sofá de la sala, sacándose la horquilla que le mantenía el largo cabello recogido, y lo dejó caer sobre su pecho. Cruzó las piernas y se quedó mirándolo con tranquilidad mientras esperaba a que se desahogara, pero Connor se dio la vuelta de repente y se quedó mirándola. —¿Qué? —preguntó arrugando el ceño. —En nuestro contrato dice que debo soportar tu mal humor —dijo Virginia con suavidad—
Era una pregunta terrible, especialmente cuando Virginia tenía el cerebro dopado por el placer. Sentía que su cuerpo podía fundirse con el de Connor si seguían calentándose de aquella manera. Aquellos dedos que se colaron dentro de su braga le erizaron la piel y Connor tomó posesión de su boca en el momento justo en que presionaba aquel punto sensible, haciéndola dar un respingo. —¡Dios…! —exclamó mientras sus piernas cedían y él la mantenía prisionera entre su cuerpo y la pared para que no se cayera. —No, Connor Sheffield —rio él y Virginia pegó en el brazo. —Tarad… ¡aaaah! —se le escapó un gemido cuando Connor presionó suavemente sobre su sexo y se aferró a sus hombros como si fuera lo único que le impidiera desvanecerse. Pegó la cabeza a la pared y tragó en seco cuando él comenzó a masajear suavemente aquel lugar, haciéndola estremecerse a cada segundo. Su respiración se hizo pesada mientras sus dedos se cerraban sobre la camisa de Connor,
CAPÍTULO 13Connor suspiró mientras veía a Virginia como una hormiguita loca detrás de su escritorio. Estaba ansiosa, podía notarlo, pero todo aquello desapareció cuando un muchacho que no debía tener más de veinte o veintiún años llegó frente a su mesa. Virginia le estrechó la mano y estuvieron conversando unos cinco minutos mientras Connor se aguantaba los celos como un hombrecito.Finalmente la vio empujar la puerta de cristal de su oficina y asomarse.—Creo que nuestro caso llegó… —dijo un poco nerviosa.—¿En serio? ¿Llegó «llegó», o tú lo encontraste? —preguntó Connor sorprendido. —Un poco de los dos, llámale destino —respondió Virginia.—Está bien, vamos a escucharlo entonces —accedió.<
CAPÍTULO 14.Virginia no podía dormir, no podía comer, no tenía paz ni descanso y por más que trataba de disimularlo, Connor se daba cuenta. Estaba a punto de levantarse con las ojeras más horribles cuando sintió un par de manos que la empujaban de nuevo hacia atrás, y el cuerpo pesado y delicioso de Connor cayó a su lado en la cama, haciendo que se hundiera.Tiró de ella y la abrazó, pasando una pierna sobre las suyas para aprisionarla.—Mmmm… ¿Esto qué es? —Sonrió Virginia sin abrir los ojos.—¡Es un secuestro! —declaró Connor en su oído—. Hoy vamos a llegar tarde a la oficina.—¡No me digas!—¡Y sin protestas! Sé que no has dormido más de tres horas, y mi asistente no puede dormirse en su escritorio. Así que nos vamos a acurruca