Capítulo 7
El ordenador no tenía contraseña y se puso en marcha en poco tiempo.

Fue tan rápido que el corazón de Avery dio brincos.

Respiró hondo, conectó la memoria USB e inició sesión en su correo electrónico.

Cuando inició sesión, envió rápidamente el archivo a su compañera de clase.

Era extraño que todo fuera tan fácil.

Consiguió enviar el archivo con éxito antes del mediodía.

Avery no se atrevió a quedarse un segundo más en el estudio. Cuando estaba a punto de apagar el ordenador, le tembló la mano y abrió accidentalmente un archivo.

El archivo apareció de repente en la pantalla, y ella miró con curiosidad el contenido con los ojos muy abiertos.

Avery salió del estudio cinco minutos después.

La señora Cooper dejó escapar un suspiro de alivio y dijo: “¿Vio? ¿No le dije que el Amo Elliot no volvería pronto?”.

Avery estaba hecha un lío de emociones. Se sentía como si hubiera descubierto el oscuro secreto de Elliot.

Para empezar, no debió haber utilizado su ordenador.

“¿Hay cámaras de vigilancia en el estudio, señora Cooper?”, preguntó Avery.

“Hay una fuera del estudio”, respondió la señora Cooper.

La cara de Avery se tornó pálida.

“Entonces de seguro que se enterará de que estuve en su estudio”.

“Solo hágaselo saber cuando él vuelva más tarde. Usted solo tardó menos de diez minutos. No creo que se enoje”, la consoló la señora Cooper.

El teléfono de Avery emitió un pitido y lo sacó para ver una notificación de transferencia bancaria.

Su compañera de clase había ingresado trescientos veinte dólares en su cuenta.

No esperaba que la paga fuera tan alta. ¡Solo le había tomado dos horas y ya había ganado trescientos veinte dólares!

El dinero calmó al instante la ansiedad de su corazón.

Ella no tenía intención de usar el ordenador de Elliot y no quería ver lo que veía en él.

Debía explicárselo todo cuando llegara a casa y rezar para que no se enojara.

De todos modos, ella ya había aceptado el divorcio. Cuando ese asunto terminara, sus caminos no volverían a cruzarse.

Cualquier secreto que él tuviera no tendría nada que ver con ella.

Avery volvió a su habitación después del almuerzo y cerró la puerta.

Se sentó frente a su tocador, miró su vientre plano y susurró en voz baja: “Yo tampoco quiero deshacerme de ti, pequeño, pero tu vida será mucho más difícil que la mía ahora si me quedo contigo…”.

Tal vez se debía a la somnolencia que acompañaba al embarazo, pero en poco tiempo se había quedado dormida en la mesa.

Unos pasos frenéticos fuera de la habitación sacaron a Avery de su sueño aquella tarde.

Antes de que pudiera recobrar la compostura, la puerta de la habitación se abrió de golpe.

“Señora”, dijo la señora Cooper con una expresión de miedo en el rostro y continuó: “¿Tocó algo en el ordenador del Amo Elliot?”.

Avery tenía el corazón en la boca.

“¿Él está… está en casa? ¿Se enteró?”.

La Señora Cooper estaba en una crisis nerviosa mientras decía: “¿Usted no dijo que solo estaba enviando un archivo? El Amo Elliot ha dicho que usted tocó algo más. ¡Está teniendo un ataque de rabia en el estudio en este momento! ¡Realmente no sé cómo puedo sacarla de esto, señora!”.

Avery estaba tan ansiosa que su corazón latía violentamente contra su pecho.

Solo había un pensamiento en su mente en ese momento: ¡Estaba muerta!

A este paso, puede que ni siquiera necesitara el divorcio, porque Elliot probablemente iba a matarla.

Los ojos de Avery se llenaron de lágrimas.

“Lo siento, señora Cooper. No era mi intención meterme con sus cosas. Me temblaban las manos cuando intenté cerrarlo y lo abrí sin querer. Lo juro, solo eché un vistazo y luego lo cerré…”.

La señora Cooper le creía, pero no podía hacer nada.

“Acaba de enfurecerse conmigo. Puede que no pueda mantener este trabajo por mucho tiempo”.

El corazón de Avery se aceleró. Estaba dispuesta a aceptar su castigo, pero no podía arrastrar a la señora Cooper con ella.

Salió de la habitación y decidió darle explicaciones a Elliot.

En ese momento, las puertas del elevador se abrieron en la primera planta y un guardaespaldas sacó la silla de ruedas de Elliot.

La mansión solo tenía tres plantas, pero tenían instalado un ascensor.

Avery observó con cautela a Elliot en silla de ruedas. Su expresión era sombría y aterradora, y había un fuego voraz gestándose en sus ojos.

Ella sabía que él estaría furioso por lo ocurrido, pero no esperaba que estuviera tan furioso.

“Lo siento, Elliot”, dijo Avery con un nudo en la garganta. “Mi portátil dejó de funcionar esta mañana, así que utilicé tu ordenador sin permiso. Esto no tiene nada que ver con la señora Cooper. Ella trató de detenerme, pero no le hice caso”.

Se echó toda la culpa a sí misma.

El guardaespaldas dejó de empujar la silla de Elliot cuando llegaron a la sala de estar, y Avery levantó la mirada para posarla en él.

Los ojos de Elliot estaban ligeramente enrojecidos. Parecía que ella lo había hecho enojar.

La voz de Avery se escuchaba quebradiza cuando volvió a hablar: “Lo siento”.

“Lo viste todo, ¿no es así?”, dijo Elliot con una voz grave y profunda que la heló hasta los huesos.

El hombre tenía las manos entrelazadas, aparentemente relajadas, pero sus nudillos se habían vuelto blancos.

Si no estuviera pegado a la silla de ruedas en ese momento, podría romperle el cuello.

¡Esta mujer estúpidamente imprudente!

¿Ella de verdad se creía la dueña de la casa?

¿Cómo se atrevía a entrar en su estudio y tocar sus cosas?

¡M*ldición!

Avery asintió con la cabeza antes de sacudirla con fuerza y decir: “Apenas recuerdo nada de esto. ¡Solo eché un vistazo y luego lo cerré! Sinceramente, no era mi intención violar tu privacidad. Es que estaba muy nerviosa en ese momento. No sé cómo abrí el archivo de repente…”.

“¡Cállate!”, gritó Elliot. Escuchar sus excusas lo disgustó aún más.

“¡Vete a tu habitación! ¡No salgas de allí hasta el divorcio!”.

Avery se tragó las explicaciones que iba a dar.

Se dio la vuelta y volvió rápidamente a su habitación.

Podía sentir claramente el odio que Elliot sentía por ella.

Cuando la puerta de Avery ya estaba cerrada, la manzana de Adán de Elliot rodó en su garganta.

“Nada de comidas para ella”, le dijo a la señora Cooper.

¿Él la iba a poner en arresto domiciliario y de paso la iba a matar de hambre?

La señora Cooper sintió pena por Avery, pero no se atrevió a desobedecer.

En la casa de los Foster, la palabra de Elliot era la ley del lugar.

Dos días más tarde, la presión arterial de Rosalie se estabilizó y se le permitió salir del hospital.

Inmediatamente después, se dirigió a la mansión de Elliot.

“¿Cómo te encuentras de salud, Elliot? ¿Qué ha dicho el doctor? ¿Cuándo podrás volver a ponerte de pie?”, canturreó Rosalie con mucho ánimo mientras le mostraba una sonrisa dulce a su hijo.

“El doctor dijo que mi recuperación va bastante bien”, respondió Elliot. “Hay algo que me gustaría discutir contigo, madre”.

La sonrisa de Rosalie se apagó un poco mientras decía: “¿Se trata de tu matrimonio? Fui yo quien lo organizó. Avery es una chica encantadora y me agrada bastante… Cierto, ¿dónde está? No la habrás echado, ¿verdad?”.

“No lo hice”, dijo él y luego hizo una señal a la señora Cooper.

La señora Cooper se dirigió al instante en dirección a la habitación de Avery.

Llevaba dos días que no había comido ni bebido nada. La señora Cooper se preguntó cómo estaría.

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