Capítulo 8
Rosalie se quedó mirando la habitación desde la puerta abierta.

Avery estaba encorvada con los brazos alrededor de las rodillas mientras se apoyaba en la pared.

Llevaba el cabello suelto y estaba hecha un desastre.

Avery levantó la mirada aturdida cuando escuchó el alboroto en la puerta.

“¡Avery! ¿Qué te pasó?”, exclamó Rosalie. Cuando vio la cara de Avery, que estaba pálida como una hoja de papel, su presión arterial se disparó al instante.

“¿Cómo te pusiste así? ¿Fue… fue Elliot? ¿Está abusando de ti?”.

En ese momento, se había escuchado un ligero temblor en la voz de Rosalie.

Avery había perdido mucho peso.

Su cara no tenía ningún color y había ligeras grietas en sus labios secos.

Su pecho subía y bajaba inestablemente. Quería hablar, pero no encontraba la voz.

La señora Cooper se acercó con un vaso de leche caliente y se lo entregó a Avery.

“Tome primero un vaso de leche, señora. No tenga miedo. Ahora que la señora Rosalie está aquí, puede comer”.

Las cejas de Rosalie se fruncieron furiosamente mientras decía: “¿Cómo así? ¿Elliot no deja que Avery coma? ¿Cómo se puso tan delgada? ¿Intenta matarla de hambre?”.

El incidente conmocionó a Rosalie.

Se dirigió furiosa a la sala de estar y se colocó frente a su hijo.

“Elliot, Avery es la esposa que conseguí para ti. ¿Qué quieres que piense si la atormentas de esta manera?”.

“Hay que castigarla por sus errores. Si no fuera por ti, ¿crees que habría permitido que se quedara hasta ahora?”, dijo Elliot con voz fría e indiferente.

En su punto de vista, matarla de hambre durante dos días era mucho más misericordioso que romperle el brazo.

Ella había tocado algo que no debía. Se había pasado de la raya. ¿Cómo podría perdonarla fácilmente?

“¿Error? ¿Qué hizo Avery?”, preguntó Rosalie.

A sus ojos, Avery era una chica sensata, bien educada y observadora. Nunca sería tan estúpida como para hacer enojar deliberadamente a Elliot.

Elliot frunció los labios y no le dio respuesta a su madre.

“Ya sé… ya sé por qué nunca quisiste casarte y tener hijos”, dijo Rosalie. “Elliot, es porque sé demasiado bien lo que piensas que no puedo permitir que lo hagas. Avery es una buena chica. No pasa nada si no la amas. ¡Solo tienen que seguir juntos aunque solo sean marido y mujer de nombre!”.

En ese momento, los ojos de Rosalie se llenaron de lágrimas de agonía.

Cuanto más hablaba, más se exaltaba, y sus ojos se enrojecieron.

Elliot estaba a punto de tomar represalias cuando se dio cuenta del estado de su madre. Le hizo una señal a su guardaespaldas para que la sujetara.

“¡Mientras esté viva, no puedes echar a Avery! Puedes divorciarte… pero tienes que encontrar una chica que te guste primero. ¡No permitiré que pases el resto de tu vida solo!”, dijo Rosalie mientras el guardaespaldas la llevaba al sofá. La cabeza le daba aún más vueltas.

Ella podía sentir que se quedaba sin aliento mientras decía esas últimas palabras.

Treinta segundos después, la cabeza de Rosalie se inclinó y cayó de nuevo en el sofá.

La vieja señora Foster, que acababa de recibir el alta esa mañana, fue llevada de nuevo al hospital.

Elliot no esperaba que su madre fuera tan testaruda. Tampoco esperaba que estuviera tan furiosa.

Había pensado que el asunto con Avery podría resolverse rápidamente, pero parecía que había algunos obstáculos.

No solo odiaba a Avery, sino que rechazaba a todas las mujeres.

Era imposible que encontrara otra mujer con tal de divorciarse de Avery.

En la habitación de invitados, Avery le dio un sorbo al vaso de leche mientras su estado mejoraba ligeramente.

Había escuchado todo lo que ocurría fuera de la habitación.

Elliot no dijo mucho, pero aun así, consiguió hacer enojar a su madre hasta el punto de hacerla desmayarse.

La señora Cooper le llevó a Avery un tazón de avena. Luego tomó un cepillo y empezó a peinar el cabello desordenado de Avery.

“¿Escuchó eso, señora? Mientras la señora Rosalie esté por aquí, el Amo Elliot no la echará”, la consoló la señora Cooper.

Avery había pasado hambre durante dos días. Estaba cansada y sin energía, pero había una cosa de la que estaba segura.

“Quiero el divorcio”, dijo ella con voz ronca, pero cada una de sus palabras era clara. “Tanto si él quiere como si no, me divorciaré por completo de él”.

¡No quería quedarse en este agujero del infierno ni un segundo más!

¡No quería volver a ver a ese demonio, Elliot Foster, nunca más!

“No se enoje, señora”, dijo la señora Cooper torpemente. “Tome un poco de avena. Iré a echarle un vistazo a lo que pasa”.

Cuando la señora Cooper llegó a la puerta, vio que el guardaespaldas empujaba a Elliot en su silla de ruedas, por lo que dijo de inmediato: “El estado de la señora no es estable en este momento, Amo Elliot”.

La expresión de Elliot no era diferente a la habitual, pero sus ojos tenían una mirada fría como el hielo.

Cuando la señora Cooper se apartó, el guardaespaldas empujó a Elliot hacia la entrada de la habitación.

La cabeza de Avery se levantó de repente y sus ojos se encontraron con los de él.

Era como si crepitaran chispas en el aire.

“¡Vamos a divorciarnos, Elliot!”, dijo ella mientras dejaba el tazón de avena.

Recogió su equipaje y se acercó a él.

Ya había empacado sus cosas desde hacía dos días y estaba preparada para abandonar el lugar en cualquier momento.

“¡Ve a casarte con alguien que realmente te guste!”, dijo ella en un tono mucho más duro.

Los ojos de Elliot se entrecerraron mientras decía: “Me tienes mucho odio. ¿No crees que fuiste tú la que se equivocó?”.

“Me equivoqué. No debería haber utilizado tu ordenador”, dijo Avery mientras intentaba controlar su respiración. “Ya recibí mi castigo, así que deberíamos estar a mano. ¿Tienes los papeles del divorcio contigo? Si no, puedo ir a hacerlos en este momento…”.

Al ver la forma en que ella no podía esperar para alejarse de él, Elliot contestó: “¿Acaso dije que tu castigo había terminado?”.

Ella se quedó atónita. Era como si acabara de recibir un golpe en la cabeza.

“Ya que es tan agonizante para ti estar conmigo, ¡seguirás siendo la señora Foster!”.

El tono de Elliot mostraba que el asunto no estaba en discusión. Era una orden.

“Nos divorciaremos, solo que no ahora”, añadió él antes de que su guardaespaldas lo empujara.

Avery observó la espalda del hombre mientras apretaba los dientes con disgusto.

¿Quién era él para decirle si debía seguir adelante con el divorcio o no?

¿Acaso creía que porque él no lo hiciera, ella no encontraría la manera?

Avery sufrió un repentino mareo. Sus tobillos se debilitaron y sintió como si toda la energía fuera absorbida.

Inmediatamente después de sentir esto, fue a acostarse en la cama.

Cuando se acostó, empezó a calmarse poco a poco.

No era como si Elliot dijera que no se divorciaría de ella. Su madre no estaba bien, así que solo se estaba conteniendo por el momento.

Si ese era el caso, ella solo tenía que ser paciente y esperar.

Avery se recuperó una semana después.

Fue al hospital para un chequeo después del desayuno.

Tenía el fuerte presentimiento de que había perdido al bebé.

Elliot la había matado de hambre durante dos días. No había tomado ni un bocado de comida y solo había bebido agua del grifo cuando tenía sed.

En esas circunstancias, solo había intentado sobrevivir. El niño que llevaba en el vientre seguramente ya había muerto de hambre.

Cuando llegó al hospital, el doctor ordenó un ultrasonido para Avery.

Durante el ultrasonido, se sintió abatida.

“Doctor, ¿mi hijo murió?”.

“¿Qué te hace pensar eso?”, preguntó el doctor.

“No comí nada por dos días… El estado del bebé ya no era muy bueno…”.

“Ah, no comer por dos días está bien. Algunas madres embarazadas tienen unos vómitos tan horribles que no comen durante todo un mes”, respondió el doctor.

El corazón de Avery se encogió.

“Entonces, mi bebé…”.

“¡Felicidades! Hay dos sacos gestacionales en tu vientre. Vas a tener gemelos”.

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