Virginia intentó ponerse de pie y se le escapó un gesto de dolor, pero Connor se dio cuenta de que su fuerza de voluntad era más fuerte que todo.
—Vamos —dijo pasando un brazo decidido a su alrededor y llevándola a la salida.
—¿A… a dónde…? —balbuceó Virginia, nerviosa.
—A algún lugar donde seas capaz de hablar. A mi casa.
Virginia se soltó de su agarre y se apoyó en la puerta negando con vehemencia.
—¡Claro que no…! No te conozco… tú…
—Me llamo Connor Sheffield, soy uno de los abogados más respetados de esta ciudad y no voy a lastimarte. Si me dices tu nombre y me das tu dirección, yo mismo te dejaré en la puerta de tu casa y le explicaré a tus padres lo que te sucedió.
Virginia miró al suelo mientras nuevas lágrimas se agolpaban en sus ojos. No tenía madre que la recibiera en casa, y no podía enfrentar a su padre. Sabía que tenía que irse, pero no tenía idea de a dónde iría. No podía regresar a su casa, no con Jason esperándola allá. Su única amiga se había quedado en España, al otro lado del mundo, y realmente… realmente no tenía a dónde ir.
—Eso pensé —murmuró Connor dándose cuenta de que aquella “situación delicada” de la que había hablado Alan era una terrible realidad—. Mira, lo último que quiero es hacerte daño. Si te tranquiliza, mi ama de llaves vive conmigo, puede quedarse contigo esta noche… o lo que queda de ella. Y puedes llamar a quien quieras y decirle que estás conmigo. Es eso o esperar a la policía, porque ya Alan los llamó. No hay más opciones.
Virginia intentó limpiarse las lágrimas mientras asentía, pero las manos le temblaban.
—Está… está bien.
Connor se quitó el saco y se lo puso sobre los hombros. Echó un vistazo afuera, asegurándose de que no hubiera nadie, y luego la sacó hacia la escalera. Virginia se detuvo después de seis o siete escalones y se aferró a la baranda, haciendo un esfuerzo por soportar el dolor.
—Voy a cargarte —le advirtió Connor—. Haremos esto muuuuy despacio, ¿de acuerdo?
Virginia asintió y pasó un brazo detrás su cuello mientras Connor la levantaba. Caminó lentamente para no lastimarla y la sentó en el asiento trasero de su auto, dejándoselo solo a ella.
Tardaron media hora en llegar a la casa, pero a pesar del dolor Virginia no se durmió en ningún momento. Connor la ayudó a bajar y la invitó a pasar mientras recuperaba su saco.
—Voy a despertar a la señora Liotta para que…
—No. —Virginia lo detuvo con un gesto—. No hace falta, no quiero que nadie se quede conmigo…
Connor la miró preocupado y luego se acercó a ella, haciendo una señal para que supiera que iba a levantarla de nuevo. Subió las escaleras y abrió la puerta de una de las habitaciones. La depositó en la cama y le quitó los zapatos, acuclillándose frente a ella.
—Escucha, estás a salvo aquí. Sé que lo que viviste en muy difícil, pero se ve que eres una chica fuerte y vas a salir de esto —le aseguró Connor—. Puedes descansar tranquila aquí, nadie va a molestarte.
—El doctor…
—Deja que yo me encargue de Alan. Solo meterá las narices para recetarte analgésicos, nada más —dijo él.
—Gracias.
Connor vio sus dedos retorcerse sobre su regazo.
—Agradécemelo diciéndome tu nombre.
Virginia apretó los labios y lo miró a los ojos, asustada. Connor no tenía idea de las cosas que ella había pasado, pero definitivamente estaba asustada y todavía no confiaba en él.
—Lo siento…
—¿Y cómo se supone que te llame? ¿“Linda” porque eres preciosa o “Baby” porque eres una bebé? —suspiró Connor, haciendo que curvara los labios suavemente.
—No soy una bebé —murmuró Virginia.
—¡Uff! Comparada conmigo eres una super bebé, porque al menos debo llevarte quince años —rio Connor aligerando el ambiente—. De hecho, ¿sabes qué? ¡Baby será!
Virginia negó con condescendencia.
—Puedes llamarme como quieras… no me importa —cedió—. Baby es tan buen nombre como cualquiera.
—Al menos hasta que estés lista.
—Hasta que esté lista —repitió ella limpiándose el rostro.
Connor se levantó y salió de la habitación, para regresar pocos minutos después con ropa.
—Son pijamas nuevos —le dijo—. Por suerte tengo siempre de sobra. ¿Necesitas algo más?
—No, solo quiero bañarme —murmuró Virginia.
—Ve entonces, Baby.
Connor lo entendía. Para una persona que había vivido lo que acababa de vivir ella, sentirse limpia era tan vital como respirar.
Se fue a su propia habitación y se dio un baño. Mientras el agua le corría por el cuerpo no podía dejar de pensar en aquella muchacha. En menos de cuatro horas se había llevado tantas impresiones sobre ella que estaba abrumado.
Era hermosa, era valiente, era atrevida y era… inocente. Definitivamente no era una de las chicas del Spectrum y la virginidad no era algo que pudiera fingirse.
Le gustaba. De una forma irracional, inexplicable. Le provocaba protegerla y hacerle el amor salvajemente, todo a la misma vez. ¿Qué se suponía que era aquello? Baby era al menos quince años menor que él. Le faltaba una vida de experiencia… pero su cuerpo lo traicionaba cuando recordaba sus besos, la suavidad de su piel o la mirada traviesa en sus ojos.
Respiró pesadamente pensando en sus opciones. Aunque las suyas parecían infinitas comparadas con las de Baby. Se puso un pijama y dio diez vueltas en su habitación antes de atreverse a ir de nuevo a la de ella. Siempre había sido un hombre determinado, pero tal parecía que la muchacha tenía la cualidad de anularle eso.
Tocó dos veces y esperó hasta que oyó un quejido que intentaba ser bajo.
—¿Baby? ¿Estás bien? —preguntó empujando la puerta con los ojos cerrados por si estaba desnuda.
Virginia lo miró durante un segundo, tan guapo, con su cabello húmedo y su playera de mangas… y su gentileza.
—Pasa, creo que necesito ayuda con esto —consintió.
Connor entró a la habitación abriendo los ojos, y la encontró sentada en la cama, intentando cambiarse una de las vendas que le habían puesto en el hospital.
—Encontré vendas nuevas en el botiquín del baño, pero no alcanzo… no puedo…
Connor se dio cuenta de que no podía desprender la cinta adhesiva que llegaba a su espalda.
—Tranquila, te ayudo. Voy a tocarte ¿de acuerdo?
Virginia lo miró por un segundo.
—No tienes que tratarme como si fuera de cristal o anunciarme todo lo que vas a hacer.
Connor se quedó con las manos en el aire.
—Bueno, me gusta ser cuidadoso, no quiero hacerte sentir mal —dijo alcanzando la venda y despegando la cinta adhesiva para poner otra venta limpia—. Este moretón está bastante feo, tendrás que descansar una o dos semanas para que deje de dolerte.
Le puso una crema analgésica bastante fuerte que Alan le había recetado y la escuchó suspirar porque el efecto era casi inmediato. Se le hizo un nudo en la garganta solo de recordar el resto de su piel, así que le bajó la playera y la ayudó a recostarse en la cama.
—Siento que no puedo respirar bien… —murmuró Virginia y él asintió mientras le quitaba el cabello húmedo del rostro.
—Es normal, no podrás respirar profundo en algún tiempo, Baby, pero pasará, toma.
Le dio otros dos analgésicos en píldoras con un poco de agua y la vio pestañear con cansancio. Poco a poco la adrenalina y el miedo iban saliendo de su cuerpo y era solo una chica hermosa con un sueño dulce.
—¿Eres real? —preguntó ella de repente y Connor pudo comprender el doble sentido detrás de sus palabras. Había personas en el mundo que no se encontraban a menudo con alguien protector.
—Baby, ¿crees que puedas ser honesta conmigo en algo simple?
Virginia lo miró a los ojos, un poco nerviosa y asintió.
—Ahora mismo, en este instante ¿tienes un lugar seguro a dónde ir?
La muchacha desvió la mirada y Connor la vio hacer un gesto de dolor mientras apretaba los dientes inconscientemente.
—No… no tengo. No “seguro” —confesó.
Connor cruzó los dedos bajo la barbilla y no se permitió volver a pensarlo por otro segundo. Aquella sería la locura más grande que cometería en su vida, pero era una locura bien calculada. Quizás Jacob tuviera razón después de todo, quizás solo necesitaba la compañía perfecta para él.
—Baby, ¿te gustaría quedarte conmigo?
Virginia arrugó el ceño cuando escuchó aquellas palabras.—¿Quedarme? ¿Aquí, en tu casa…? ¿Cómo…? —lo que realmente quería preguntar era «por qué», pero no sabía cómo expresar su sorpresa.—Como mi acompañante. Quiero que te quedes como mi acompañante.Connor la vio apretar los labios y pasar saliva.—Creo que se confundió, señor abogado. No soy una put@, no pertenezco al Spectrum y no estoy a la venta… —siseó ella, molesta— …al menos no todavía.Connor sonrió porque todavía tenía fuerzas para ser combativa a pesar de todo, y porque le gustaba aquello de que no tuviera filtro.—Sé que no perteneces al club y sé que eres virgen, Baby —dijo y la vio asombrarse y son
Virginia se miró de arriba abajo. Un pijama que le quedaba absurdamente grande no era la mejor ropa para recibir visitas, pero la verdad era que no tenía otra. Había dormido con un sueño pesado e intranquilo, y le había costado comer algo al levantarse. Y ahora recibir a alguien no era lo ideal…—No te preocupes, Baby —la tranquilizó Connor—. Mi diseñadora es una bella persona, y se entusiasmó mucho cuando le hablé de ti.Virginia asintió y se arregló tanto como pudo para esperar a la señora Bennet. Se sorprendió al saber que no tenía nada de «señora» en su carácter. Era divertida y jovial y la abrazó con suavidad, sin hacer un solo gesto que denotara que sabía lo que le había pasado.—Mi niña, ¡eres una belleza! —la saludó Valeria.
Virginia suspiró con alivio en el mismo segundo en que se sentó en aquel vuelo privado. Connor tenía la cabeza perdida entre decenas de documentos, exactamente como había estado la última semana, pero ella ni lo interrumpía ni preguntaba.Su contrato era claro: Básicamente él quería que ella estuviera presente cuando la necesitara, y que no lo agobiara demasiado. Y ella pretendía cumplirlo al pie de la letra.Algunas horas después, cuando entraban al departamento del edificio 180 East en Manhattan, Virginia comprendió que su vida daría un vuelco radical.—¿Estás bien, Baby? —preguntó Connor llegando junto a ella, que miraba la ciudad por el enorme cristal.—Estoy en una ciudad que no conozco, con un hombre extraño…—Y aun así te sientes más segura que nunca &m
A Virginia casi le dolió físicamente aquella preocupación en el rostro de Connor cuando supo que se habían quedado sin salón de eventos a menos de dos días de la Gala.—No puede ser imposible conseguir otro salón —lo animó Virginia.—No es imposible, Baby, pero esto es Nueva York y tenemos muy poco tiempo. Será una pesadilla conseguir algo a la altura. No es cualquier evento el que vamos a hacer, es el lanzamiento de un nuevo despacho. ¿Tienes idea de cuánta gente importante invitamos?—Tengo la idea exacta, acabo de confirmar con jueces, senadores y celebridades —suspiró Virginia—. Pero algo tiene que aparecer, no te desanimes, por favor. Voy a empezar a hacer llamadas ahora mismo.Connor intentó sonreírle pero se notaba que aquel era un inconveniente que no había previsto. La muchacha pa
Connor quería interpretar aquello a su favor, en serio quería, pero el tiempo le jugaba en contra.Pasaron la mitad de esa noche preparando el cambio, y al otro día apenas vio a Baby, porque estuvo llamando a todos los invitados para confirmar con ellos el cambio del lugar de la Gala.—Baby, ¿puedes confirmar la asistencia con los abogados, por favor? Y llama a Jake también —le pidió Connor y Virginia mandó un memorándum urgente a todas las asistentes del despacho. Habló con Jacob Lieberman y luego fue por su acostumbrado café a la salita de descanso.Adentro escuchó voces de personas que no le agradaban, pero Connor tenía razón, evitar las confrontaciones no era la solución, así que entró libremente, encontrándose a Mara y a Irene, otra de las asistentes. Las dos la miraron con incomodidad, pero ella les
Virginia vio la expresión cansada de Connor y no le pasó por la cabeza el contrato ni una sola vez, solo pensó en que la necesitaba y que ella estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario por él.Se acercó a Connor y a la mujer que tan incómodo lo tenía, y se colgó del brazo del abogado con una sonrisa.—Les ofrezco una disculpa —dijo con mucha educación—, pero al Director Pierson le urge hablar con el señor Sheffield por un momento. ¿Señor Sheffield, sería tan amable de acompañarme?—¿Y para qué quiero tus disculpas? —preguntó la mujer levantando la barbilla con arrogancia—. Estás interrumpiendo una conversación importante. ¿No te diste cuenta de eso?Virginia se tensó, pero Connor puso una mano sobre la suya para calmarla.—No se
Aquel evento había sido un éxito, Virginia lo sabía. Como también sabía que no había hecho nada malo, así que aquel humor de perros que Connor tenía no era su culpa. La llevó hasta el coche y le abrió la puerta sin mirarla. Ella se subió con toda la dignidad que pudo reunir sin reírse y lo vio despedir al chofer para sentarse él mismo al volante. No se dijeron ni una sola palabra, pero apenas llegaron a la casa, Connor se convirtió en un huracán que tiraba puertas y lanzaba la corbata y el saco a cualquier lugar. Virginia se sentó en el sofá de la sala, sacándose la horquilla que le mantenía el largo cabello recogido, y lo dejó caer sobre su pecho. Cruzó las piernas y se quedó mirándolo con tranquilidad mientras esperaba a que se desahogara, pero Connor se dio la vuelta de repente y se quedó mirándola. —¿Qué? —preguntó arrugando el ceño. —En nuestro contrato dice que debo soportar tu mal humor —dijo Virginia con suavidad—
Era una pregunta terrible, especialmente cuando Virginia tenía el cerebro dopado por el placer. Sentía que su cuerpo podía fundirse con el de Connor si seguían calentándose de aquella manera. Aquellos dedos que se colaron dentro de su braga le erizaron la piel y Connor tomó posesión de su boca en el momento justo en que presionaba aquel punto sensible, haciéndola dar un respingo. —¡Dios…! —exclamó mientras sus piernas cedían y él la mantenía prisionera entre su cuerpo y la pared para que no se cayera. —No, Connor Sheffield —rio él y Virginia pegó en el brazo. —Tarad… ¡aaaah! —se le escapó un gemido cuando Connor presionó suavemente sobre su sexo y se aferró a sus hombros como si fuera lo único que le impidiera desvanecerse. Pegó la cabeza a la pared y tragó en seco cuando él comenzó a masajear suavemente aquel lugar, haciéndola estremecerse a cada segundo. Su respiración se hizo pesada mientras sus dedos se cerraban sobre la camisa de Connor,